21 convierte en grupo. El uniforme ayuda a codificar y a diferenciar a distintos colecti- vos de un vistazo. Pero la diferenciación nunca es neutra, siempre supone la expre- sión de la relación de poder, estatus o prestigio. No causa la misma sensación pa- sear por la calle con el uniforme de un fast food que con el de una universidad de élite, todo depende del prestigio del colec- tivo al que representa. El poder del uniforme El uniforme es marketing El uniforme ha entrado en el siglo XXI to- talmente renovado. Ha pasado de ser sim- plemente ropa de trabajo a ser parte de la imagen corporativa y la estrategia de mer- cadotecnia. El uniforme es marketing, un elemento de comunicación de la empresa. Es un ejemplo muy ilustrador que el pri- mer uniforme de servicio con patente en Estados Unidos fuera la conejita Playboy. De todos modos, los poderes positivos del uniforme no son sólo de cara a la galería y para mostrar una imagen de confianza al cliente. Usarlo en el trabajo puede ayudar en las empresas porque al colectivizar al individuo hace que el trabajador se sienta parte de la compañía. En definitiva, el tra- bajador se convierte en publicidad de la empresa, pero a su vez facilita el funciona- miento interno ya que es un elemento in- tegrador del equipo humano. Instintivamente, solemos situar al uni- forme en las antípodas de la modernidad, la innovación y la juventud. Nada más lejos de la realidad. La introducción de los diseñadores en la ropa laboral se ha ido generalizando durante los últimos años y hoy en día es fácil encontrar la firma de un gran modisto tras un delantal. Un ejemplo, el diseñador barcelonés Antonio Miró se encargó en el 2005 de renovar los uniformes de la Federació Catalana de Carnissers, Cansaladers i Xarcuters. JOBWEAR 71 No IV / 2014