La destrucción de las infraestructuras romanas, debido a la inva- sión bárbara, unido a la progresiva desintegración de los baños públicos y privados, junto al deshabito propio de la época, conduje- ron a un desdén por lo higiénico (in uencias culturales, religiosas y sociales), que derivó a lo largo de los siglos posteriores en masivas infecciones y epidemias (cólera, peste bubónica, etc). A lo largo del siglo XV y XVI desaparecen gran parte de las letrinas púbicas y muchas de las privadas, a anzándose el hábito de vaciar bacines en ríos y arroyos, así como arrojar en ciudades y núcleos habitados el contenido de los mismos sobre los viales públicos, al grito de: '¡Agua va!'. Cuentan que personalidades de renombre histórico, como Isabel de Castilla, tan sólo se lavaron dos veces en su vida, bajo la común creencia de que al lavarse se abrían los poros de la piel y a través de estos, penetraban en el organismo infecciones y miasmas diversos. De algún modo, la incorporación de la ropa interior y el uso de per- fumes y colonias provocó que las gentes de la época encontraran más fácil la muda de camisones y otras indumentarias de contacto íntimo, que el propio acto de lavarse. Así en la Ilustración fue muy frecuente entre nobles y cortesanos ocultar el hedor del cuerpo con múltiples capas de talco y perfumes diversos. Los primeros 'espacios de baño' en la vivienda. Siglos XVIII y XIX Durante años existió la costumbre de tener en las habitaciones y cámaras privadas de las viviendas, el clásico bacín para efectuar micciones y deposiciones o el conjunto de jofaina (palangana) y jarra, habitualmente situados sobre algún mueble tocador o agua- manil para las operaciones de aseo y lavado de manos y cara; el baño se practicó en los hogares más modestos, de modo parcial, habitualmente mediante elementos portátiles, a modo de barre- ños, que no tenían en muchas ocasiones un lugar jo en la vivienda. Esto no evitó, sin embargo, que el ingenio de algunos estudiosos de las necesidades más mundanas, inventaran artefactos que fue- ron predecesores de algunos de los actuales aparatos sanitarios domésticos. No fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se empezaron a reservar espacios exclusivos en la vivienda para el alojamiento de aparatos vinculados al aseo y el baño. Fig.2 - Baños públicos romanos (Aquae Sulis) – Bath (Inglaterra) – Año 43 d.C En el siguiente apartado veremos la evolución de este proceso y sus condicionantes, que derivaron en el a anzamiento del cuarto de baño en la vivienda, tal y como lo conocemos hoy en día. Consolidación del cuarto de baño doméstico. Siglos XIX y XX La materialización del cuarto de baño en la vivienda desde nales del siglo XIX en adelante, fue lenta pero paulatina, en parte como solución a la preocupación por los frecuentes brotes de enfer- medades e infecciones de importantes núcleos de población y también, como fruto de la incipiente industrialización y 'moderni- zación' de una sociedad cambiante. La idea de que las enfermedades se transmitían a través de los gér- menes, los cuales estaban relacionados con la suciedad corporal se promovió desde todos los ámbitos sociales y gubernamenta- les (entre otros con prestigiosos estudios cientí cos como los de Pasteur y Lister; 1860-1870). La reserva de un espacio dedicado al aseo, el baño y la pura eva- cuación de los uidos corporales, se desarrolló a nales del S.XIX principalmente en viviendas burguesas y ambientes económica- mente acomodados, inicialmente en Inglaterra y Estados Unidos, mediante el diseño de espaciosas salas que exhibían con gran 49 SANITARIOS Inodoro de válvula Óptimus de Stevens Hellyer – 1870 (izq.) / “El barreño” Pintura al oleo de Edgar Degàs – 1888 (centro) / Aguamanil con bacín (abajo) y conjunto de jofaina (arriba) - nales S.XIX.