GEOTECNIA 49 Figura 1 – Ubicación de la zona (Google, 2017). 1.- Breve reseña histórica en las proximidades de la zona de actuación Antes de comenzar a describir la actuación realizada para solven- tar el problema (Figura 1) esta comunicación hace una descripción histórica de la mina próxima. Aunque no se han encontrado estu- dios de la relación entre el origen el problema y su conexión con la explotación abandonada a cielo abierto, resulta interesante realizarlo. Todo comenzó en 1856, cuando el belga Jules Hazeur, de la Real Compañía Asturiana de Minas, pretendía dominar la industria del zinc en la cornisa cantábrica. “En uno de sus viajes localizó un afloramiento de calaminas en Reocín y en 1857 se inició la explota- ción”, cuenta el joven geógrafo Mario Iglesias, natural de Caranceja (Reocín), que ha publicado la ‘Evolución del espacio minero de Reocín, historia de un pueblo’, un amplio estudio sobre el naci- miento, esplendor y declive de la que fuera la capital del municipio del mismo nombre (Figura 2). El 7 de enero de 1965 cientos de ratas salieron disparadas por la vertical del pozo de Santa Amelia antes de escucharse un estruendo atroz. “De pronto se marchó la corriente, empezó el revuelo de gente, ¡que se ha hundido Reocín!... Vino mi padre a buscarme. Fue cuando me di cuenta de que los pelos se ponían de punta”. El terror que entonces sintió Isaac Bolado, que trabajaba en el lavadero de Torres, aflora a sus ojos cada vez que revive la huida en tropel de los vecinos hacia todas las direcciones, escapando del seísmo y buscando a los suyos. Se evitó una masacre puesto que la situación era tan grave que se dio aviso a la Dirección y se dio la orden de que el segundo turno en la mina, que debía entrar a las 14.00 horas, no lo hiciera. La causa del hundimiento se atribuyó al adelgazamiento de las columnas que sustentaban las galerías por la propia actividad extractiva y a la presencia de cuevas y oquedades en el subsuelo. “En aquellos años los conocimientos sobre mecánica de las rocas no eran muy altos, se hacía a estimación y se explotó en exceso”, cuenta el inge- niero Gonzalo Pardo de Santayana, hijo de uno de los directivos que aquel fatídico día paró el relevo de las dos de la tarde. Aunque nadie perdió la vida en el hundimiento de Reocín, algo murió dentro de todos sus habitantes aquel 7 de enero. El desplome de cuatro de las galerías, que cayeron por ‘efecto dominó’, provocó un terremoto de 4,1 grados en la escala Richter, registrado por el Instituto Geográfico Nacional (IGN) como el segundo más fuerte habido en Cantabria, detrás del de Arredondo de 1938 (magnitud de 4,9). El de Reocín destruyó una veintena de casas, arruinó otras treinta, dañó medio centenar más, hasta Figura 2 – Ilustración del plano de las instalaciones de la mina de Reocín acompañado de la indicación de la zona de actuación (Álvarez, 2015). inGEOpres