EN PROFUNDIDAD Han sido casi 25 años trabajando en el IRTA. ¿Con qué se quedaria de este cuarto de siglo? Me ha apasionado tanto lo que he hecho en estos últimos 24 años, que me quedaría con todo lo que he hecho. Ha sido una época pro- fesionalmente muy motivadora y constructiva, y si hubiese seguido otros veinte años más, continuaría siendo así. He tenido la inmensa suerte de contar con una línea de trabajo basada en la innovación de nuevas variedades, que es el motor del sector, y que seguirá siendo constante en el futuro. El programa de Fruticultura del IRTA, con los programas de eva- luación de nuevas variedades y de tecnologías de producción, han posicionado a nuestro sector productor como referente en Europa. ¿En qué podemos mejorar aún? El mejor ejemplo lo tenemos en el melocotón plano o paraguayos. Cuando otros países del mundo se lo miraban de refilón, aquí plantamos 14.000 hectáreas y hoy producimos 350.000 toneladas. La innova- ción es clave para avanzar y esa apuesta no nos ha hecho solo ganar competitividad, sino que seamos líderes mundiales en exportación de melocotón. Pero todo este trabajo en innovación no es suficiente si resulta que el productor se ganaba mejor la vida hace un cuarto de siglo que hoy. Echo en falta que todo ese trabajo que hemos realizado a lo largo de estos años no se haya convertido en valor añadido para el productor, y que este esfuerzo realizado desde el IRTA y el riesgo asumido por el agricultor no sea compensado con unos precios justos. Haber evaluado 1.800 variedades, 300 portainjertos, editar cientos de documentos de información o celebrar decenas jornadas es un trabajo sin parangón en el resto del Estado y en el sud de Europa. Y lo hemos hecho porque teníamos claro que nuestra misión era acompañar el sec- tor para ser lo más competitivo posible. ¿Es la organización sectorial el gran talón de Aquiles respecto a otros países que compiten con nosotros? Existen referentes en otros países que se han organizado en culti- vos como el kiwi, la piña, la manzana o la pera, y aquí no hemos sido capaces. Es una asignatura que tenemos pendiente en la fruta de hueso, porque disponemos de una cadena de valor demasiado com- pleja, en la que intervienen tantos actores que es muy complicado ponerles de acuerdo. El objetivo ha de ser que se beneficien todos, desde el principio de la cadena hasta el final, con un productor que se ha de ganar la vida, con una innovación que se ha de repercutir como valor añadido y un consumidor con una experiencia de compra satisfactoria dispuesto a pagar más y que eso repercuta de nuevo en el productor para continuar con su actividad. Como esta cadena no ha funcionado a lo largo de este cuarto de siglo, se han perdido muchos productores, al no poder mantener sus explotaciones, y también consumidores, que hoy consume mucho menos fruta de hueso que antes. Si comparamos los 3,5 kg por habitante y año de España con los 17 de Italia o los 7 de Francia, más teniendo en cuenta la gran cantidad de turismo de nuestro país, comprobamos que el potencial que tenemos por delante es inmenso. Los intermediarios no quieren correr riesgos y se reco- lecta la fruta sin estar madura, perjudicando a la experiencia del consumidor, a la vez que años como el 2014 llegaba a vender un kilo de melocotones en el supermercado a más del 500% del precio que pagaba al productor. Esto significa que tenemos una cadena de valor inenficiente. Por ello se han propuesto cadenas alineadas, como la que se lleva aplicando desde hace unos años en California, donde el productor, que es una empresa grande, vende directamente a la cadena de supermercado, ahorrándose la intermediación. 51 Por otro lado, hemos ganado muchísimo en la oferta de variedades. En melocotón hace 25 años había cuatro variedades de gusto ácido y coloración mediana, mientras hoy contamos con variedades de todas las tipologías, mayormente dulce y de alta coloración, y que cubren desde junio a septiembre. Lo mismo ha ocurrido en manzana. A principios de los 90 teníamos la Golden, Granny y la Doncella, y hoy contamos con variedades muy importantes como la Red Delicious, Gala, Fuji, o una Golden con menos russeting, o la Pink Lady. ¿En cuál de todos estos cultivos se ha sabido adaptar mejor nuestro productor? En la que se ha hecho mejor es en melocotón, principalmente por- que las condiciones climáticas de las principales zonas productoras de España son perfectas. Por lo tanto, si contamos con las mejores zonas de cultivo y un producto innovador el futuro solo puede ser visto con optimismo. En manzana la clave son los clubs, con producto de alta calidad como la Jazz, SweeTango o Envy, con una calidad gustativa y textura exce- lentes, y que ya se encuentran en los lineales. Cuando el consumidor percibe este cambio está dispuesto a pagar más porque sabe que está comprando un producto que le va a satisfacer, y no una manzana con un gusto normal. En España no lo vamos a tener fácil, porque vamos a tener que seguir cultivando Gala, Golden y Fuji, y a nivel de innovación no estamos tan organizados y climáticamente tampoco lo tenemos fácil. El programa de mejora genética Fruit Futur-IRTA será decisivo en este sentido, porque dispondremos de variedades con una categoría gustativa superior seleccionadas en nuestras con- diciones climáticas y accesibles a nuestros productores". En otros cultivos como la pera el desarrollo será más lento, mientras que en cereza o albaricoque la evolución ya ha sido espectacular. El