tes como es el caso del tomate y según variedades. En tomate “larga vida”, Magán et al. (2008) obtuvieron un incremento en el contenido de sólidos solubles (Fig. 4) y acidez valorable de un 5,4% y un 9,1% respectivamente por cada incremento unitario de CE en un rango de 2 a 9 dS/m. En un cultivo de tomate tipo Raf, Sánchez-González et al. (2015) obtuvieron un incremento en el contenido de sólidos solubles y acidez con el aumento de la CE de 2,5 a 12 dS/m y establecieron para este tipo de tomate una CE entre 7-8 dS/m para obtener la elevada calidad de fruto que se le exige a este tipo de variedad. En tomate tipo cherry, Holder y Christensen (1989) obtuvieron un incremento en sólidos solubles del 0,5% por cada incremento unitario de CE en un rango de 6 a 9 dS/m. Generalmente los efectos negativos están relaciona- dos con la reducción del número y tamaño de fruto así como la mayor incidencia de BER. Si las características del agua que se utiliza para el riego lo permiten, una buena estrategia sería poder aplicar tanto un estrés hídrico como salino en la fase de engorde de fruto, una vez que la planta haya alcan- zado su potencial de desarrollo vegetativo. En este sentido, en un cultivo sensible a la salinidad como es la fresa, Medrano et al. (2013) obtuvieron un incremento en el contenido de sólidos solubles y una reducción en la acidez valorable cuando realizaban, en la fase de desarrollo de fruto (60 días desde el trasplante), un incremento en el contenido de NaCl de 2 a 7 mmol/L y una reducción de N de 9 a 5 mmol/L y lo más importante es que no afectó de forma negativa a la producción de fruto; así mismo los panelistas detectaron un mayor aroma en dichos frutos. La reducción de N en la fase de desarrollo de fruto aporta mayor firmeza y por tanto una mejor poscosecha, al tiempo que se reducen las posibles emisiones de N al medioambiente, así mismo también se recomienda anular el aporte de N los días previos a la recolección con el fin de reducir el contenido de N en el fruto. La obtención de productos libres de residuos y mediante técnicas no contaminantes son aspectos que cada vez más caracteriza la calidad de un producto. Las condiciones edáficas en las que se desarrolla la horticultura intensiva en la zona mediterránea, con suelos pobres en materia orgánica junto con elevada intensidad lumínica y térmica contribuyen a prevenir la acumulación de nitratos en los frutos. La reutilización de lixiviados limita la contaminación proveniente de los cultivos en sustrato en sistema abierto, si bien el contenido salino del agua de riego obliga a realizar sucesivos descartes de las soluciones recirculantes, especialmente por la acumulación de Na, Cl y S; Massa et al. (2010) proponen una estrategia de recirculación en la cual días previos a realizar un descarte se reduce Figura 4. Relación entre la conductividad eléctrica de la solución de drenaje y el contenido en sólidos solubles expresados en valores relativos al tratamiento control. Cultivo de tomate. (Magán, 2005). Fertilización 33