1. Importancia y organización actual del cultivo de judía común 1.1. Importancia económica y social de la judía común En los países en desarrollo, la judía común (Phaseolus vulgaris) es considerada como la principal fuente de proteínas debido al acceso limitado a la proteína animal. En este sentido, y desde una perspectiva nutri- cional, la judía común constituye el 40%, 31% y 15% de la ingesta diaria de proteínas totales en países como Burundi, Ruanda y Uganda, respectivamente. E incluso para un productor importante como Brasil, la judía común proporciona el 9% de la proteína en la dieta. La producción anual de judía para grano seco es aproximadamente 15 millones de toneladas, siendo el rendimiento medio de 700 kg ha-1; no obstante, los rendimientos en algunos países pueden alcanzar los 3.000 kg ha-1. Los mayores productores de judía seca son Brasil, México, China y EE UU. Por su parte, la producción anual de judía verde es aproximadamente 4,5 millones de toneladas, con la mayor producción en el Mediterráneo y en EE UU (FAOSTAT 2010; http:// faostat3.fao.org). La importancia de la judía común como leguminosa de grano para la dieta humana, junto a su papel como un cultivo social, han hecho que su cultivo y mejora varietal sea una preocupación creciente para los orga- nismos internacionales. Es por ello que hace unos años se creó el consorcio internacional 'PhasIbeam' para la secuenciación del genoma y transcriptoma de la judía común (www.cyted.org/es), cuyo objetivo primordial no era otro que, a partir del conocimiento de los genes responsables de las características agro- nómicas importantes para el cultivo, poder contribuir al desarrollo de nuevas variedades mejor adaptadas, más productivas y sostenibles, tanto para los agricul- tores como los consumidores finales. 1.2. Estructura poblacional de la judía común Los estudios basados en la variación genética de la proteína faseolina, esencial durante el almacena- miento de la semilla (Gepts et al. 1986; Gepts 1990), en caracteres morfológicos de la planta (Figura 1A; Gepts y Debouck 1991), junto con la aplicación de marcadores moleculares (Becerra Velázquez y Gepts 1994; Koenig y Gepts 1989; Tohme et al. 1996; McClean et al. 2004), han permitido establecer que la Genética 33