de agua no tenga unas consecuencias significativas en los valores productivos del cultivo y para ello es preciso realizar estudios específicos que nos permitan optimizar el uso sostenible del agua disponible. Las prácticas de riego deficitario se pueden aplicar de forma sostenida, aplicando una fracción constante de evapo- transpiración potencial durante toda la estación de riego, o como riego deficitario controlado (RDC), en el que los déficits hídricos se imponen solo en ciertas etapas de desarrollo del cultivo, y en los que el estudio del grado y duración del período de estrés aplicado en cada momento del ciclo fenológico es de suma importancia. La utilidad de las prácticas de RDC depende en gran medida de evitar el estrés hídrico durante los períodos en los que el rendimiento de los cultivos es particularmente sensible al estrés hídrico. A menudo se necesita una clara separación entre las fases vegeta- tiva y de crecimiento de la fruta para garantizar que el crecimiento del fruto no se vea reducido por las restricciones de agua (Buendía et al., 2008; Pedrero et al., 2015; Pérez-Pastor et al. 2014; Pérez- Sarmiento et al., 2010). Otras ventajas del riego deficitario en una fase temprana de crecimiento es la posibilidad de conferir a las plantas unas propiedades de pre-acondicionamiento a la sequía (Álvarez et al., 2011). Es bien sabido que el riego deficitario durante la producción del vivero afecta algunos aspectos morfo- lógicos y fisiológicos —cierre de estomas, reducciones en el área foliar, alteración del potencial hídrico foliar, ajuste osmótico— que podrían proporcionar capacidad para adaptarse a condiciones adversas. Estas características contribuyen a aumentar el creci- miento relativo y las tasas netas de asimilación de CO2 después de la rehidratación y reducen las tasas de mortalidad después del trasplante en condiciones semiáridas (Alvarez y Sánchez-Blanco, 2013; Álvarez et al., 2009, 2012, 2013). Uso de recursos hídricos no convencionales El uso de recursos hídricos no convencionales para el riego incluye el uso de aguas salinas y aguas residuales tratadas para el riego. Debido a la variedad de recursos potenciales de 'agua de baja cali- dad' disponibles en diferentes cuencas, es posible argumentar que generalmente no hay una sola forma de practicar y gestionar el agua de mala calidad para ser utilizada con éxito sin consecuencias a largo plazo para los cultivos, el suelo y el ambiente. Muchos enfoques y prácticas diferentes pueden integrarse y combinarse en un sistema de control satisfactorio. En muchas partes del mundo, las aguas resi- duales se han utilizado con éxito para el riego (Pedrero et al., 2010). El contenido de agua residual en nitrógeno, fósforo y potasio puede mejorar la fertilidad del suelo, mejorar el crecimiento de la planta y aumentar la productividad de los cultivos. Sin embargo, a medio y largo plazo, el uso del agua residual tratada en diferentes especies podría ser perjudicial para el rendimiento de la planta (Pedrero et al., 2014; Gómez-Bellot et al., 2013). Esto se debe a la acumulación de iones fitotóxicos en los tejidos de las plantas y los efectos nega- tivos del sodio sobre la estructura del suelo (Pedrero et al., 2014; Gómez-Bellot et al., 2015). Es preciso por tanto diseñar estrategias específicas de gestión de este tipo de aguas que permitan obtener el máximo rendimiento sostenible de las mismas (Lopez-Galvez et al, 2014; Nicolas et al, 2016; Pedrero et al. 2013a; 2013b).• 23 RIEGO Para consultar los datos bibliográficos del artículo, visite: www.interempresas.net/A208302