32 OLIVAR Figura 1. Aportaciones mensuales de N–P–K a lo largo de la campaña anual de fertirrigación (15 abril – 15 octubre), expresado en porcentaje de la dosis total anual. * Riego 15 días al mes. En numerosas ocasiones, sobre todo en años secos y suelos muy calizos, la fertilización foliar puede ser un sistema muy eficiente para el suministro de nutrientes al olivo, si bien no todos los ele- mentos son bien absorbidos a través de la hoja. El N y el K se absorben muy bien cuando son aplicados por este método y el P lo hace de manera aceptable. Por el contrario, elementos como el Ca y Fe son muy mal absorbidos foliarmente. Por su parte, ele- mentos como el Mg, Zn, Mn, B, Cu y Mo presentan una absorción media o escasa. Los olivares de regadío suelen incrementar notablemente sus pro- ducciones respecto a los olivares de secano. La fertilización en este tipo de olivares es fundamental si se quieren mantener unas pro- ducciones elevadas a lo largo del tiempo y disminuir la alternancia de las mismas (vecería). Al disponer de instalación de riego, lo más recomendable es aplicar el abono simultáneamente con el agua, mediante la técnica de la fertirrigación. Conviene realizar el mayor fraccionamiento de las dosis de fertilizantes que permita la insta- lación, procurando repartirlos durante toda la campaña de riegos (Figura 1) y durante la práctica totalidad del tiempo que dure cada uno de los riegos. De esta forma se mejora la e ciencia en el uso de los fertilizantes respecto al abonado tradicional, realizado de forma discontinua a lo largo del periodo de riegos. Fertilización nitrogenada El nitrógeno (N), elemento esencial en la fertilización del olivar, induce una rápida reacción del árbol, acelerando la actividad vegetativa y el desarrollo de la planta. Este elemento es muy móvil dentro de la planta, traslocándose con rapidez a tallos, hojas y ores/frutos. La obtención de una buena producción y una adecuada calidad del fruto implica, entre otros factores, una correcta disponibilidad de N en el suelo. Un exceso de N puede provocar una disminución de la producción y de su calidad, una mayor sensibilidad a enfermedades y un retraso de la maduración. Por el contrario, una de ciencia en este nutriente puede provocar una reducción del número de frutos por árbol, un tamaño pequeño de las aceitunas, una maduración excesivamente precoz y acentuar la caída prematura de frutos. En los suelos agrícolas el aporte de N proviene de la mineralización de la materia orgánica más las aportaciones del agua de lluvia, pudiendo no ser su cientes para suplir las necesidades de un oli- var altamente productivo. Aunque en determinadas ocasiones el nitrógeno depositado en el suelo por la lluvia puede tener un papel importante, esta cantidad es relativamente poco relevante en la fertilización de olivares con elevadas producciones. Trabajos reali- zados en el Valle del Guadalquivir (Ordóñez y col., 1992; Polo y col., 1997; Fernández Escobar y col., 2012) evalúan dicha aportación anual en una cifra media que oscila entre 8-10 kg/ha, observán- dose una marcada variabilidad interanual, lo que añade una gran incertidumbre a este tipo de aportación en la programación del abonado en este tipo de olivares. La cantidad de N mineralizado a partir de la materia orgánica del suelo está condicionado por la cantidad total de materia orgánica y las características texturales y estructurales del suelo, así como las condiciones climáticas que condicionan su temperatura y contenido de humedad y las prácti- cas de fertilización nitrogenada realizadas, por lo que el rango en los valores observados puede ser muy amplio. Por ejemplo, para contenidos del 1% de m.o., unos valores medios, en nuestras con- diciones edafoclimáticas, pueden estar comprendidos entre los 10-12 kg N/ha para suelos de textura na (arcillosos) y los 22-25 kg N/ha para los de texturas gruesas (arenosos) (Espada, 2004), valo- res que pueden ser modi cados por las prácticas de fertilización, e incluso presentar valores negativos (desnitri cación) en campos sobrefertilizados (Fernández Escobar y col., 2011). En trabajos realizados en olivar de secano en Andalucía, Navarro y col. (2003) y Fernández Escobar y col. (2009) no encontraron res- puesta a la aportación de N cuando los niveles de este elemento en hoja en el mes de julio se situaban por encima del nivel adecuado (>1,5% s.m.s. en muestreo realizado en el mes de julio), conclu-