2oTrimestre16 | PROTECCIÓN LABORAL 87 Congresos, jornadas y eventos La baza tecnológica Como puso de manifiesto el Mobile World Congress, estamos ante innovaciones tecnológicas que nos encandilan y nos llevan a hablar de la cuarta revolución industrial. En la oleada de innovaciones hay que incluir la robótica, biotecnología, impresión 3D (o 4D), los vehículos autónomos (driverless cars), etc. Pero los avances han de beneficiar al conjunto de la sociedad. En palabras de Tugores, “la clave está en conseguir que estas innovaciones deslumbrantes lleguen a una importante masa crítica de ciudadanos. La primera revolución industrial demostró que no se alcanzó la prosperidad hasta que los beneficios no se generalizaron en el conjunto del tejido productivo. Si no es así, no podemos hablar de revolución industrial”. Como ejemplo, Tugores citó el caso de la compra de Whatsapp por parte de Facebook, que se materializó en 17.000 millones de dólares por una compañía cuyo capital humano era de tan solo 50 trabajadores. Esto demuestra que la tecnología está generando altísimos valores con mano de obra escasa (y muy cualificada), lo que puede provocar un excedente de mano de obra, una masa crítica que queda al margen y, por tanto, hace inviable el sistema tal como hoy está concebido. En opinión de Tugores, tal situación “tiene efectos sociales y psicológicos sobre los incentivos de la población para adquirir competencias formativas. Tal como hizo Roosevelt con la reforma financiera del 1933, los poderes públicos tienen la responsabilidad de limitar los efectos negativos de la codicia, induciendo a la sociedad a aplicar el esfuerzo y la creatividad en aquello que sea más útil socialmente”. en la búsqueda de energías alternativas, pero no tendría que influir negativamente sobre la economía, y sin embargo lo hace. La forma de gestionar la crisis también aporta sombras de dudas sobre la incipiente recuperación económica. A este respecto, basta considerar el recorte radical de los tipos de interés (interés 0 desde marzo de 2016). Un dinero con rentabilidad plana desincentiva el ahorro privado, que es el termómetro de la salud de la economía. Los economistas avisan de que el interés cero incrementa más el riesgo financiero (endeudamiento) que el riesgo económico (inversión productiva), y es preciso impulsar de nuevo la inversión productiva, que es precisamente lo que no se hizo en el periodo pre-crisis del 2008. Por otra parte, se ha fulminado toda capacidad de maniobra: ya no se puede rebajar más el precio del dinero. ¿Nos queda algún as que jugar si vienen mal dadas? Las circunstancias citadas nos llevan a plantearnos si tenemos una nueva recesión económica en ciernes. En opinión de Tugores, “hay elementos que nos inducen a creerlo. Por ejemplo, no hemos corregido algunas de las causas de fondo de la crisis. No se ha hecho suficientemente bien el saneamiento de las instituciones financieras internacionales. Tanto en Alemania como en Italia o China hay una cierta coincidencia en que la salud de las entidades financieras no tiene la calidad que debería haber recuperado después de la crisis. Hay más cosas, como la gran desigualdad social: algunos economistas de la ortodoxia advertían de que una desigualdad pronunciada disminuía el potencial de consumo básicamente de las clases medias y, por tanto, ralentizaba el motor de dinamismo económico. Esto se ha agravado. Y el comercio internacional no ha recuperado el dinamismo que se esperaba tras el bache de 2009. Por tanto, hay síntomas preocupantes pues algunos aspectos que fueron detonante de la crisis aún no se han resuelto. Y si no aprendes las lecciones de la historia estás condenado a repetir los mismos errores”. Hacer los deberes Joan Tugores advirtió de los riesgos que comporta el cierre en falso de la crisis. “La actual crisis, de la que no hemos salido, -dijo- es similar a la que hubo después de la Primera Guerra Mundial con la Gran Depresión. De aquella guerra, se salió con un Tratado de Versalles que en vez de resolver los problemas los agravó. Y la penitencia que se terminó pagando fue la inestabilidad de los años treinta, el totalitarismo en Europa, la guerra y la crisis económica. La duda que tenemos ahora es si la crisis que estalló en 2008 nos ayudará a aprender las lecciones de la historia y encontramos equilibrios razonables como los que sí que hubo después de la Segunda Guerra Mundial. O, por el contrario, si volvemos al modelo que acentúa el encadenamiento de crisis sucesivas. Los que avisan de que estamos en la puerta de una nueva recesión en el fondo avisan de que no aprendemos la lección, porque los lobbies (grupos de presión) cuyos intereses nos llevaron entonces a la crisis, provocando excesos financieros y aumento de las desigualdades sociales, son los mismos que gestionan ahora la salida de la crisis, además de permitirse dar lecciones. Esto es un error importante. Dicho con otras palabras, se impone hacer los deberes, que no es sino hacer limpieza. E insisto en que la incapacidad de aprender la lección tiene que ver con esto: que los que gestionan la salida de la crisis son los mismos que la causaron. Justo es reconocer que en el otro plato de la balanza tenemos una innovación tecnológica sorprendente, pero en un contexto de mucha desigualdad puede ocurrir que estas ganancias de productividad se las apropie solo una determinada minoría o élite y que el conjunto de la población, en cambio, afronte más precarización, paro, recortes... Necesitamos un modelo productivo gaudiniano, lo que implica combinar creatividad con tecnología, con un esquema distributivo de los dividendos que sea equitativo y no excluyente”. Joan Tugores Ques (Palma, 1953) es catedráti- co de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Barcelona (UB). 111