2oTrimestre15 | PROTECCIÓN LABORAL 83 La salud pulmonar, en riesgo La mayoría de los trabajadores goza de buena salud, hecho al que no dan la importancia que tiene. Sólo empezamos a valo- rar la salud cuando flaquea. En el ámbito preventivo, sabemos que prima la actuación precoz. Por este motivo llamaremos la atención sobre el supino menosprecio que estamos observando ante el repunte de las enfermedades pulmonares de ori- gen respiratorio. Menudean informes por doquier que advierten de la situación. La EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstruc- tiva Crónica) es una realidad incuestionable. En España, afecta a un 15% de los hombres y casi un 6% de las mujeres en la horquilla de edad 40-80 años. Situada en el puesto número 4 de la clasificación de ‘liquidadores’, la enfermedad pulmonar se cobra la vida de unas 18.000 personas cada año (España). La cifra es de órdago: como si se estrellasen más de 100 aviones en un año. Sin embargo, seguimos impasibles, o –aún peor- los que deben pasar a la acción preventiva han enmudecido, argumentando, por lo general, que “no se puede propalar un alarmismo injustificado”. Si no hubiera cundido la alarma en el pasado, es probable que hoy día algunos profesionales siguieran inhalando vapores de mercurio (y los siguiéramos tachando de ‘sonados’ en vez de considerarlos enfermos a causa de su trabajo), o respirando fibras de amianto a domicilio al hacer la colada de las prendas laborales del cabeza de familia. Y aunque no es seguro que hayamos desterrado las dos lacras citadas (mercurio, amianto) como hace patente, a veces, la crónica de sucesos, observamos por toda nuestra geografía otros casos que, además de ser aún más flagrantes, forman parte de nuestro estilo de vida despreocupado, negligente... nada proclive al alarmismo ni tan siquiera a la prevención. Nos refe- rimos a la legión de empleados de la construcción que levantan auténticas nubes de polvo silíceo en medio de la vía pública, y no llevan ni una triste mascarilla; además de contaminar a los transeúntes y residentes. Nos referimos a los agricultores que fumigan sus huertas a ‘cuerpo gentil’ para erradicar plagas, sin saber que, en realidad, se están erradicando a sí mismos al inhalar químicos nocivos porque no emplean protección respiratoria. En semejante contexto poli-tóxico nacional –que, parece, tenemos asumido-, a nadie se le escapa un grito de espanto cuando en la oficina se crea una atmósfera nociva a base de partículas ultra-finas (y ultra-respirables) de tóner por una incorrecta manipulación de los cartuchos. Aquí no pasa nada: todos gozamos de buena salud (oficialmente), hasta que nos detectan una EPOC. Los síntomas de alarma –que no alarmismo- pueden ser tos persistente, falta de aire, que aumenta con la solicitación física; sibilancias (pitos) al respirar; disnea (dificultad para respirar con sensación de ahogo), etc..., aunque son síntomas inespe- cíficos, o comunes a muchas otras enfermedades. ¡Es mucho lo que podemos hacer antes de perder el aliento! Pulmonary health at risk Most workers enjoy good health, a fact that they do not price as they should. We only begin to value health when it weakens. In the preventive field, we know that early action is paramount. For this reason we draw the attention to the supine contempt we are practicing with regard the rise in respiratory related lung diseases. Reports warning about the situation proliferate everywhe- re. COPD (Chronic Obstructive Pulmonary Disease) is an unquestionable truth. In Spain, it affects 15% of men and nearly 6% of women in the 40-80 age range. Located at No. 4 in the ‘liquidators’ ranking, pulmonary disease takes out the lives of some 18,000 people each year (Spain). The figure is cracking, as if more than 100 aircraft crashed in a year. However, we remain impassive or -even worse- those who must exert preventive action have gone into silence, alleging, generally, that “an unjustified alarmism should not be divulged”. If alarm had not spread in the past, it is likely that today some professionals would have continued inhaling mercury vapors (and we would have continued deeming them as ‘notorious’ instead of considering them as ill because of their work), or breathing asbestos fibers at home while laundering the working clothes of the family head. And although it is not certain that we have banished the two evils abovementioned (mercury, asbestos) as sometimes proves the chronicle of events, we see throughout our country other cases that, besides being even more blatant, they form part of our care- less, unconcerned, negligent... lifestyle, little prone to alarmism or even prevention. We refer to the legion of construction workers who raise real silica dust clouds in the middle of the public road, and do not wear the most simple face mask; besides polluting passersby and residents. We refer to farmers who, ‘gentle body’, spray their gardens to eradicate pests, unaware that, in fact, they are exterminating themselves by inhaling harmful chemicals because of the lack of respiratory protection. In such a poly-toxic national scenario -which, it seems, we have accepted-, no one lets out a scream of horror when a harmful atmosphere based in ultra-thin (and ultra-breathable) toner particles is created at the office by improper handling of the cartridges. Nothing happens here: we all enjoy good health (officially) until we are COPD diagnosed. The alarming symptoms –not to be taken as alarmism- may be persistent cough, shortness of breath, which increases with physical stress; wheezing (noise) when breathing; dyspnoea (difficulty breathing with feeling of suffocation), etc..., although they are nons- pecific symptoms, or common to many other diseases. There is much we can do before getting out of breath!