Técnicas de protección PROTECCIÓN LABORAL 65 | 4oTrimestre10 22 ven alteradas, pudiendo aumentar la sensibi- lidad al frío y ocasionar incomodidad, dolor, disminución del rendimiento, e incluso lesiones. Hay poca información sobre la inci- dencia y prevalencia de las dermatosis comunes (dermatitis atópica, psoriasis y acné) a causa del frío. Se da por hecho que los problemas de la piel seca pueden empe- orar con el frío (si éste se combina con una baja humedad relativa). · Urticaria por frío Implica hiper-sensibilidad al frío que se manifiesta con hinchazón de la piel y apari- ción de ronchas y lesiones urticantes (pro- ducen comezón) cuando la piel recupera su temperatura después de la exposición al frío. Los síntomas, que pueden tener un peso cruel en la calidad de vida del paciente, pueden degenerar en una amenaza seria si se ven expuestas al frío grandes áreas corpo- rales (inmersión en agua fría), causando una reacción anafiláctica. Desde el punto de vista laboral, este trastor- no puede suponer una verdadera minusvalía para las personas que trabajan en ambientes fríos (por ejemplo, almacenes frigoríficos) o que deben sumergir las manos en agua fría, puesto que la inmersión dará lugar a un pru- rito intenso con edema y limitación de los movimientos de flexión y extensión. Si no se administra un tratamiento esta dolencia per- siste durante 4-5 años, siendo las mujeres afectadas con mayor frecuencia que los hom- bres. El mejor tratamiento de la urticaria por frío es evitar el agente desencadenante, algo que no siempre está a nuestro alcance. · Sabañones (pernio) Es una dolencia vaso-espástica que afecta a porciones de la piel desprotegidas y que se ven expuestas a humedad no excesivamente fría; está categorizada también como una lesión por frío. Puede tener carácter idiopá- tico (causa desconocida) o estar asociado con otras enfermedades sistémicas, especial- mente las crio-patías (enfermedades del frío) y lupus eritematoso. El pernio severo se manifiesta horas después de la exposición y, si llega a hacerse crónico, puede persistir mucho después de que haya concluido la estación fría. Por consiguiente, los pacientes de enfermedades de la piel deben minimizar la exposición al frío, protegiendo las zonas afectadas de la piel. Quemadura por frío En el ámbito industrial (y en interiores: naves industriales, cámaras frigoríficas, industria criogénica) el frío no suele repre- sentar un riesgo de congelación, sino de quemadura por contacto directo con los flui- dos criogénicos (oxígeno, argón, nitrógeno, helio, dióxido de carbono, hidrógeno, etc.). La preocupación preeminente es evitar el contacto corporal directo con las bajísimas temperaturas que caracterizan a todos los procesos criogénicos. Un brevísimo contac- to con fluidos o materiales a temperaturas criogénicas puede causar quemaduras simi- lares a las que ocasiona el calor. Dichas que- maduras, por contacto directo con el gas licuado o sus vapores a baja temperatura, pueden tener origen en escapes, proyeccio- nes o ebullición del gas. A modo de ejemplo, el nitrógeno se encuentra a una temperatura de -196o C cuando está en ebullición a la pre- sión de 1 atmósfera. Las quemaduras criogénicas, con efectos semejantes a las producidas por el calor, presentan un aspecto amarillento poco espectacular al principio, ya que los tejidos helados son poco dolorosos. Cuando se des- hielan, se vuelven muy dolorosos y propen- sos a la infección. En general, la gravedad de las quemaduras criogénicas depende de la temperatura y del tiempo de exposición. En este sentido, es importante evitar que el gas criogénico tras- pase los materiales-barrera, lo que aumenta- ría el tiempo de contacto con la piel, así como la extensión y gravedad de la superfi- cie quemada. Los riesgos se extienden al manejo de bote- llones de gases, así como al contacto con equipos, canalizaciones, etc., en los que es Rendimiento manual Las manos son muy sensibles a la exposición al frío. “Debido a su pequeña masa y a su gran superficie, –cita la Enciclopedia de la OIT- las manos y los dedos pierden mucho calor a pesar de mantener unas temperaturas tisulares elevadas (entre 30 y 35o C). En consecuencia, esas temperaturas elevadas sólo pueden mantenerse con un alto nivel de producción interna de calor que permita un flujo sanguíneo elevado y sostenido a las extremidades”. La pérdida de calor en las manos puede reducirse en ambientes fríos utilizando unos guantes apropiados. No obstante, los guantes para proteger del frío tienen necesariamente grosor y volumen y, en consecuencia, dificultan la destreza manual. Por eso, el rendimiento manual en ambientes fríos no puede conservarse con medidas pasivas. En el mejor de los casos, la reducción del rendimiento puede limitarse si se llega a un compromiso equilibrado entre la elección de unos guantes funcionales, la conducta en el trabajo y un régimen adecuado de exposición al frío. Dado que el funcionamiento de las manos y los dedos depende de las temperaturas tisulares locales, los movimientos finos, delicados y rápidos de los dedos se ven entor- pecidos cuando la temperatura de los tejidos desciende tan sólo unos grados. No es éste un asunto baladí, pues la disminución de la destreza manual comporta riesgos al manejar, por ejemplo, maquinaria peligrosa.