3oTrimestre10 | PROTECCIÓN LABORAL 64 Especial Fuego LUCHA CONTRA EL FUEGO | 3o Trimestre10 de ser un potencial desencadenante de reac- ciones en cadena (por ejemplo, explosión o ignición de un vertido de combustible a par- tir de una chispa eléctrica). En las intervenciones -ya sea en viviendas, en incendios forestales que se desarrollan bajo líneas de tendido eléctrico o en acciden- tes de ferrocarril movido con energía electro- motriz- existe el riesgo de electrocución, que se ve potenciado por la presencia del agua. Así, cuando la electricidad representa un ries- go deben adoptarse los protocolos preventi- vos pertinentes, que, naturalmente, incluyen el empleo de guantes con diversos niveles de aislamiento eléctrico. Dado que el accidente eléctrico se cobra anualmente la vida de demasiados bomberos, abundamos más en dicho riesgo. Con dema- siada frecuencia, la electricidad mata porque es un elemento imperceptible (no huele, ni se ve, como ocurre con otros peligros). Riesgos en detalle: electricidad y vibraciones ·Accidente eléctrico El accidente eléctrico es una de las probabi- lidades que acechan al bombero. El riesgo eléctrico se deriva de la posibilidad de con- tacto fortuito entre el cuerpo humano y el circuito eléctrico, lo que hace que nuestro organismo se comporte como un conductor de electricidad, con una determinada resis- tencia. El trasfondo del accidente eléctrico son sus graves consecuencias, que no siem- pre se tienen en cuenta. El cuerpo se calien- ta al paso de la corriente, lo que hace aumentar la conductividad eléctrica del organismo, generando a su vez un aumento de la intensidad que circula, con lo que el calentamiento se incrementa hasta el punto de producir la carbonización de la célula. Los accidentes eléctricos, con unos índices de frecuencia e incidencia bajos, tienen sin embargo una elevada gravedad, que se sub- valora, especialmente cuando se trabaja con baja tensión. No obstante, una descarga de 125 voltios en una situación de baja impe- dancia de nuestra piel (simplemente por estar mojada a causa de la normal sudora- ción) puede conducir a un accidente eléctri- co fatal, es decir, mortal. Y la piel de los bomberos está mojada por sudoración y por agua de la extinción. Además, la descarga eléctrica puede desem- bocar en una muerte segura -no ya por elec- trocución inmediata- sino, incluso, como consecuencia de sus efectos secundarios. Entre estos efectos secundarios del contacto eléctrico están las reacciones musculares o nerviosas. Si externamente circula por nues- tro cuerpo una corriente eléctrica con deter- minado valor, se producirán movimientos no deseados, como las contracciones musculares y, llegado el caso, pueden bloquearnos los pulmones, hecho que produce la tetanización de los músculos respiratorios, circunstancia que deriva en la aparición de las dificultades para mantener la respiración. Pero no hemos de olvidar que otro músculo corporal es el corazón y, por lo tanto, éste también puede verse afectado por el paso de la corriente eléc- trica a través del organismo, lo que podría pro- vocarnos una fibrilación ventricular... y la muerte, si no hay un desfibrilador cerca. Todo ello nos lleva a concluir que si ningún riesgo es menospreciable, el eléctrico debe evitarse a toda costa. ·Malas vibraciones El empleo de maquinaria en el trabajo de los bomberos transmite vibraciones, interesante problema dentro del apartado de riesgos mecánicos, cuyo alcance y repercusión se valora adecuadamente. La tecnología de los vehículos ha mejorado considerablemente. De todos modos, la sus- pensión no consigue amortiguar y filtrar todas las vibraciones que se transmiten al habitácu- lo y que repercuten no sólo en las extremida- des superiores, sino en todo el sistema mus- culo-esquelético de las brigadas de bomberos, que -como sabemos- se desplazan en camio- nes y otros vehículos al teatro de operaciones que es cualquier intervención. Peor es aún el uso de ciertos equipos manua- les, como es el caso de las amoladoras y la ine- vitable motosierra, cuyo efecto vibrante está en proporción directa a su potencia. Quien haya manejado una motosierra para cortar un tronco asentirá con nosotros que su manejo requiere dosis importantes de pericia, destre- za, paciencia, fuerza física y resistencia. Pese a todo, el giro de las cadena y el tiro de la máqui- na someten al bombero mecanizado a un drás- tico “centrifugado” que ninguna naturaleza humana tolera sin resentirse. El efecto de las vibraciones puede conducir a la invalidez de las manos para su normal desempeño, no digamos ya para lidiar con la “lanza de agua” u otros herramientas pesadas. Los efectos nocivos del manejo habitual de máquinas vibrátiles han sido descritos por diferentes autores, y son conocidos. Pese a ello, las vibraciones y sus consecuencias sobre la salud están siendo subestimadas hasta la fecha, por lo que el Síndrome de la Vibración Mano-Brazo (SVMB) avanza de forma insidiosa. Las vibraciones ejercen una fuerza que modi- fica la posición normal del organismo. La res- puesta fisiológica es una contracción muscu- lar y una rigidez de las articulaciones para recuperar la posición normal, lo que facilita aún más la propagación de las vibraciones. Las vibraciones de alta frecuencia (entre 50 y 1.000 ciclos) son las ocasionadas por herra- mientas mecánicas de percusión o rotatorias (taladro, martillo neumático, lijadoras...), res- ponsables de trastornos funcionales vascula- res localizados en la mano y/o los dedos, pudiendo afectar incluso a los brazos Las vibraciones de alta frecuencia son nocivas por cuanto ocasionan el síndrome de la vibra- ción mano-brazo (SVMB), una extendida enfermedad industrial que afecta a decenas de miles de personas. Su síntoma más conocido La herramienta capital de los bomberos El bombero depende de sus manos. En su trabajo, especialmente cuando supone el empleo de maquinaria o equipo pesado, es imprescindible usar guantes, que per- miten obtener el máximo rendimiento, proporcionando una seguridad razonable. Al proteger las manos adecuadamente evi- tamos los accidentes y la potencial pérdi- da de la función manual. No tiene sentido que a las múltiples complicaciones que implica cualquier trabajo añadamos la de la falta de seguridad. Un bombero necesita sus manos. Si no es así, no será apto para el servicio y deberá causar baja en el cuerpo. Las manos son extremadamente complejas y, por tanto, difíciles de reparar, al tiempo que es duro vivir sin ellas. Después de un accidente, puede que la mano no funcione bien, pudiendo incluso verse alterada anatómi- camente, con la consiguiente discapaci- dad ligera o severa y la potencial pérdida de prensión, destreza, y movilidad. Un valioso empleado bien formado puede perder su principal herramienta de trabajo a causa de lesiones de consecuencias dra- máticas. 35