4oTrimestre09| PROTECCIÓN LABORAL 61 Riesgos emergentes mantendrán el cerebro activo, procesando tareas sin terminar, inclusive cuando se supone que debe estar tranquilo y durmien- do”, advierte el Dr. Rosen. “Locura multifuncional” Es frecuente que las personas se creen expectativas irreales sobre la velocidad con que pueden ejecutar tareas. Pretender hacer más de una cosa a la vez aumenta los niveles de estrés y disminuye el sentido de control y la productividad. Aún así, hay personas que se han acostumbrado de tal forma a las tare- as múltiples que se sienten incómodos haciendo una sola cosa a la vez. Es lo que los doctores Rosen y Weil llaman “locura multi- funcional”, un comportamiento alterado sin solución de continuidad: no podemos multi- funcionar indefinidamente. También con- viene desterrar el mito según el cual el sexo femenino está más capacitado para la multi- tarea. Aunque así sea, dicho comportamien- to es desaconsejable de todo punto, sobre todo cuando se trabaja con equipos informá- ticos (“síndrome de las ventanas”). Las razones son obvias: la multifuncionali- dad eleva los sistemas bioquímicos y fisioló- gicos del cuerpo. Esa hiperactividad puede insensibilizar los sentidos, haciendo más difícil pensar con claridad. “Esto provoca –dice Rosen- reacciones químicas en el cere- bro que harán que se agote, que esté irrita- ble y cree el potencial para que posterior- mente aparezcan problemas fisiológicos”. En la práctica, con mucha frecuencia, se observan contracturas y otras lesiones mus- culo-esqueléticas en personas sometidas a estrés; es la somatización de procesos de ori- gen psíquico. Tecno-aislamiento La tecnología no sólo invade la vida indivi- dual y laboral de las personas, también cam- bia la dinámica familiar recluyendo a los miembros en su propio espacio estanco. Los componentes de una familia pueden estar juntos en la misma habitación, pero la madre puede estar chateando con sus ami- gas en Internet, los mas jóvenes jugando video juegos, y el padre recibiendo correos electrónicos de la oficina. “La tecnología tiende a ser individual, una actividad de una sola persona”, sentencia al respecto Rosen, que además advierte de los peligros del mundo tecnológico para los niños, un espa- cio “tan fascinante, diseñado para tener el control del poder, que ellos jugarían durante 24 horas seguidas”. Paradójicamente las autopistas de la información nos pueden acercar a lugares o personas remotas, a rela- ciones virtuales, pero nos alejan de nuestro entorno físico, de las personas contiguas y de las relaciones interpersonales tal como han sido hasta la irrupción de internet. Como sentencia en un artículo periodístico Juan Manuel de Prada, “el tecno-estrés alte- ra, al principio de forma imperceptible, pero enseguida de un modo insidioso y asfi- xiante, nuestros hábitos: los límites entre la jornada laboral y el tiempo reservado al ocio se difuminan; los vínculos de cohesión fami- liar se hacen quebradizos y el autismo afecti- vo acaba sustituyendo las naturales expan- siones sentimentales que regían el trato con nuestros allegados; toda la liturgia de aproxi- maciones y tanteos que componen el corte- jo erótico son suprimidos, en el afán de obtener una satisfacción sexual expeditiva e inmediata; el flujo incesante de información que nos proporciona la tecnología nos impi- de adiestrar la capacidad para digerirla, lo que inevitablemente erosiona nuestro mundo interior, hasta tornarlo raquítico o inane. Pero quizá el efecto más estragante del tecno-estrés –y lo que lo convierte en una enfermedad adictiva– sea la conciencia o complejo de inferioridad que instila en el enfermo, que llega a confundir el desasosie- go abrumador que la tecnología ha introdu- cido en su existencia con una carencia per- sonal que sólo puede corregirse... mediante una mayor dependencia tecnológica. Como en la paradoja de Zenón, en la que Aquiles jamás alcanzaba a la tortuga, la vida del tecno-estresado se convierte en una perpe- tua carrera en pos de un espejismo que siempre se le escapa, obligándolo a ir siem- pre un poco más rápido”. Personalidades proclives al estrés No todas las respuestas son idénticas ante el mismo estímulo. Las personalidades con ras- gos pesimistas (tipo A) tienen tendencia a responder negativamente a los factores estresantes. Por contra, las personalidades optimistas (tipo B) parecen responder más Los tecno-adictos realizan una utilización compulsiva de la tecnología durante gran parte del día, lo que impide el normal desenvolvimiento de relaciones personales positivamente ante factores estresantes. Las personalidades del tipo A corresponden a individuos agresivos, fácilmente irascibles, que se centran excesivamente en sus logros y viven permanentemente con la urgencia del tiempo. A las personalidades Tipo A les gusta moverse con rapidez y realizar más de una actividad simultáneamente. Trabajan lar- gas horas, con constantes presiones de lími- te de tiempo y sobrecarga de trabajo. Esta tipología de individuos, con un rasgo de mal humor, característica de gerentes, personal de venta, especialistas, secretarias u opera- rios, experimenta gran estrés, por lo que existe una clara predisposición a las patolo- gías cardíacas. Habitualmente trabajan tam- bién desde la casa, por la noche y los fines de semana. Les cuesta relajarse y nunca “des- conectan”. Compiten constantemente con- sigo mismos, auto-imponiéndose metas muy altas de productividad. Para colmo de su propia insatisfacción, tienden a sentirse frus- trados por su situación laboral, a molestarles los esfuerzos laborales de los otros y a ser incomprendidos por sus jefes. Las personalidades del tipo B (optimistas) son menos competitivas, afrontan la realidad de un modo más relajado y, en consecuencia, no suelen desarrollar síndromes de estrés. Fases del estrés El estrés no es más que una respuesta de adaptación a mayores exigencias. Como tal, no es malo, siempre que la situación no se