4oTrimestre09| PROTECCIÓN LABORAL 61 Riesgos emergentes La avalancha de correo electrónico provoca estrés y baja el rendimiento El correo electrónico, una de las herramientas de trabajo en cualquier actividad se ha convertido en un quebradero de cabeza para millones de personas. La avalancha de correos –en su inmensa mayoría correos-basura- que inunda diariamente nuestros ordenadores está siendo la causa de un avance insospechado de los cuadros de estrés. Así lo confirma la experiencia de los usuarios, avalada por estudios que surgen por doquier, como el del departamento de Ciencias Informáticas de la Universidad de Glasgow, con la colaboración de expertos de la Universidad de Paisley. Los mensajes de correo electrónico son una fuente de presión añadida. La investigación citada pone de manifiesto que el 34% de los trabajadores estudiados se sienten sometidos a estrés por el aplastante volumen de correos electrónicos que llega a sus ordenadores. Un 28% más considera que, sin llegar a altos niveles de estrés, el alud de correos electrónicos supone una “fuente de presión” adicio- nal al trabajo. La mayor parte de los trabajadores restantes no consideraban estresante ni molesto el alto volumen de e-mail, ya que se limitan a no contestar a estos mensajes, o lo hacen con un retraso de entre un día y una semana. De entre quienes deben trabajar pegados a una pantalla de ordenador, los más “identificados” visitan su correo electrónico “entre 30 y 40 veces por hora” con el fin de revisar sus nuevos contenidos. Esto supone una atención casi exclusiva del correo, con la consi- guiente falta de rendimiento general. Hasta un 35% de los empleados chequean su correo “cada cuarto de hora”, mientras que el 50% (los más relajados), lo hacen “más de una vez cada hora”. Pese a la contundencia de estos datos, que nos hablan de una fuerte compulsión a la consulta del correo, los afectados no tienen una consciencia clara de su “adicción”. De hecho, tras la instalación de un software testigo en los ordenadores de los trabajadores encues- tados, se comprobó que, realmente, visitan su correo electrónico con mayor frecuencia de lo que piensan (en la mayoría de los casos revisaban los e-mail cada cinco minutos). La lucha contra este problema emergente pasa por cambiar las pautas de comportamiento ante la recepción de correos establecien- do un protocolo regulador de la respuesta. Los psicólogos que han formado parte del equipo de investigación consideran que el estrés responde “al sentimiento que tiene el trabajador de que debe responder rápidamente al mensaje para no defraudar las expec- tativas de quien lo envía”. Los investigadores concluyen que el chequeo constante del correo “afecta muy negativamente a otras ini- ciativas del trabajo, porque interrumpe la cadena de pensamiento”. Tecno-adicción El también llamado Síndrome de Fatiga Informativa apareció con la era digital y es sólo uno de los problemas surgidos por la utilización de las nuevas tecnologías y por los requerimientos de la Sociedad de la Información. Por eso, este desorden afecta especialmente a ejecutivos, profesionales y personas que trabajan habitualmente con estas herramientas y que sienten, cada vez más, la carga excesiva de información. Pueden desarrollar el síndrome de tecno- adicción personas que habitualmente traba- jan con el ordenador, navegan por Internet, usan el teléfono móvil y tienen a su alcance diversos “juguetes” tecnológicos, sin los que ya no se atreverían a concebir la vida. Pese a la corta trayectoria de Internet, cada vez somos más las personas –lo digo desde mi condición de periodista- que no concebi- mos el trabajo fuera de esta plataforma, haciéndosenos difícil imaginar cómo podía- mos trabajar hasta la última década del siglo pasado, cuando irrumpió en nuestras vidas –forma de trabajar y hasta de relacionarnos- la red de redes. Sin embargo, haciendo un ejercicio de realismo, hemos de reconocer que la vida es posible fuera de Internet. Aunque, en una u otra medida, todos somos rehenes de la tecnología, existen diferentes grados de tecno-adicción o, dicho de otro modo, esta epidemia no nos afecta a todos por igual. Entre las manifestaciones de la tecno-adic- ción –que tiene sus grados- encontramos la necesidad imperiosa de adquirir las últimas novedades tecnológicas que aparecen en el mercado; la capacidad de estar manejando varios dispositivos tecnológicos a la vez, lo que produce dispersión en la atención, pudiendo llegar a provocar trastornos de concentración y memoria; empobrecimien- to palpable del lenguaje tanto escrito como hablado, que se traduce en la creación de códigos de palabras sincopadas y jergas par- ticulares; utilización de la tecnología duran- te gran parte del día, evitando el manteni- miento de relaciones personales. El infernal “multi-tasking” Así como las nuevas tecnologías cambian la manera de vivir, de conocer y de pensar y, en algunos aspectos, la hacen más fácil; exis- te la otra cara de la moneda: pueden produ- cir efectos adversos. Por ejemplo, el uso del ordenador hace que procesemos más información en paralelo, algo que los investigadores han denominado como “síndrome de las ven- tanas”. Cualquier usuario de ordenador, bajo sistema operativo Windows, está habituado a la apertura de ventanas en su pantalla, que van iniciando procesos, por lo que, al cabo de unos minutos de traba- jo, se tienen muchas tareas en marcha (“multi-tasking”). El tecno-estrés convier- te la multi-tarea en un hábito, un hábito que nos pasa una cara factura, como vere- mos más abajo. Por lo pronto, sólo añadir que el hecho de realizar varias tareas a la vez lleva a alteracio- nes en la concentración y en la memoria (fatiga), o en la percepción del tiempo. Tam-