2oTrimestre09 | PROTECCIÓN LABORAL 59 Técnicas de protección agrícola). El estilo de vida urbano nos ha lle- vado a formarnos una imagen idealizada y bucólica del campo, ignorando riesgos –muchos de ellos ancestrales- pero, desde luego, nada bucólicos ni idílicos. Ello expli- caría el desarraigo de la población, su desin- terés y abandono de la agricultura desde hace décadas. La explotación agrícola industrial presenta riesgos, que se agravan aún más en el caso de las explotaciones familiares, debido a la limitación de recursos y al carácter de auto- subsistencia que tienen muchas de estas explotaciones. El barómetro más elocuente de la seguridad y la salud es la carga de trabajo por trabaja- dor, ya se trate de trabajo físico, de trabajo mental o de la necesidad de tomar decisio- nes. Muchos accidentes graves se producen entre agricultores que trabajan con equipos que conocen bien, en campos familiares, cuando realizan tareas que llevan haciendo años o incluso décadas. Ya lo sentenciaba un pensador: “El hábito hace diestras nues- tras manos y torpes nuestras mentes”. La rutina es la antesala de la desatención, el riesgo y... el accidente. Los materiales agrícolas peligrosos, como los plaguicidas, fertilizantes, líquidos infla- mables, disolventes y otros limpiadores, son responsables de enfermedades agudas y cró- nicas en los trabajadores agrícolas y sus fami- liares. Los tractores, las barrenas y otros equipos mecanizados han permitido un gran aumento en la capacidad de trabajo del agri- cultor, pero producen también accidentes graves. La posibilidad de quedar atrapado en la maquinaria, el vuelco de los tractores, la presencia del ganado, la conducción de máquinas en vías públicas, las caídas o los golpes producidos por la caída de objetos, la manipulación de materiales, herramientas y utillajes, los espacios confinados y la exposi- ción a toxinas, polvo, mohos, sustancias quí- micas, vibración y ruido son los principales riesgos de enfermedad y lesiones en las explotaciones agrícolas. Todo ello sin olvi- dar las condiciones climáticas y la exposi- ción al medio natural. En definitiva, la agri- cultura es una actividad muy exigente y sacrificada, un trabajo que –no en balde- se asocia con unas tasas de mortalidad y morbi- lidad más altas que ningún otro. En este contexto laboral sólo podemos reco- mendar profesionalidad, evaluación y cono- cimiento del riesgo, y el empleo de los EPI pertinentes. Descuidar las manos es una grave temeridad cuyo remedio pasa, en pri- mera instancia, por el empleo de guantes de protección. ¡Nuestras manos lo valen! Higiene de las manos El decálogo de las manos sanas y seguras incluye la observancia de unas sencillas nor- mas sobre el uso de los guantes y la higiene personal. La buena práctica en este sentido consiste en descartar los guantes que se encuentren demasiado viejos o gastados, comprobar que no tienen defectos antes del uso, y no compartir los guantes, ya que con ello el campo de cultivo de bacterias y gér- menes que es el interior de un guante estará circulando por la comunidad de trabajado- res y causando el contagio de afecciones de la piel. Por ello, será conveniente lavarse las manos antes de ponerse los guantes, curar y cubrir cortes y abrasiones y, en ningún caso, ignorar los signos de irritación o de erup- ción en la piel. Las enfermedades de la piel, tales como la dermatitis, nos pueden incapa- citar y son la causa de la pérdida de cientos de miles de horas de trabajo cada año. El guante que no se utiliza no sirve para nada. De haberlo pensado a tiempo, muchos trabajadores manuales no estarían ahora aquejados de discapacidad en sus manos. Con el fin de evitar muchos problemas de salud para los que no hay vuelta atrás, y que tengamos nuestros guantes siempre a mano evitando la pérdida de productividad, pue- den emplearse los ‘Glove-Holder’ (Porta- guantes), un sencillo dispositivo que el tra- bajador coloca en su cinturón, y que dispone de una lengüeta con velcro para sujetar los guantes *Tomás Bodero Sáiz. Responsable de Marketing de Tomás Bodero, S. A. Artículo elaborado con la colaboración de Gaceta de la Protección Laboral y Manuel Domene (Periodista). Supervisado por el alergólogo Pedro Carretero.