1oTrimestre09 | PROTECCIÓN LABORAL 58 Técnicas de protección deberán seguir estrictos protocolos de segu- ridad y protección radiológica (como si fue- ran radiólogos de un hospital). En la soldadura por haz de electrones debe proveerse un apantallamiento suficiente para evitar que los rayos X atraviesen las paredes y ventanas de la cámara de soldadura. Las máquinas deben comprobarse periódicamen- te para ver si tienen fugas de radiación. Los efectos biológicos de la radiación depen- den claramente de la dosis recibida y del volumen y tipo de tejidos irradiados: la exposición de un pequeño volumen de teji- do a una dosis elevada puede hacer que un daño agudo localizado aparezca en horas. Con todo, son los efectos tardíos de la expo- sición a las radiaciones los más temidos, puesto que pueden permanecer latentes durante años. Después de largas polémicas sobre las “dosis tolerables” en cuanto a radiación, actualmente se ha impuesto la tesis de que ninguna dosis de radiación puede considerarse como segura, y toda radiación extra (al margen de la natural) ha de considerarse como nociva. Las radiaciones ionizantes tienen efecto genético, es decir, provocan cambios en las células reproductoras del organismo. Estos cambios, que puede que no vayan acompa- ñados de daño externo visible en el organis- mo, descargarán su efecto nocivo en la des- cendencia del soldador expuesto a radiación (desarrollo anormal del embrión o muertes pre-natales). • Radiación infrarroja La exposición continuada a la radiación infrarroja de la soldadura (no visible por el ojo humano) produce foto-envejecimiento o degeneración de los tejidos por efecto de la luz. Estudios recientes demuestran que los rayos infrarrojos generan eritema (manchas roji- zas) y acentúan los efectos nocivos de las emisiones ultravioleta, sobre todo la pérdida de agua en los tejidos. Se conoce como erite- ma la inflamación superficial localizada de la piel, generalmente acompañada de enrojeci- miento. Como en toda dolencia, la frecuencia y dura- ción de la exposición es determinante en la evolución de la afección. En el caso del sol- dador, –con exposición continuada y dura- dera- la ausencia de protección desemboca- rá en la aparición de pruritos eritematosos y, si no se pone remedio, enfermedades más graves, como melanosis y otras dolencias degenerativas de la piel. No es nuestro deseo dramatizar, pero estamos hablando de enfermedades no sólo invalidantes para el trabajo, sino graves para la salud. Guantes y accesorios, imprescindibles para el soldador Salta a la vista que, por su naturaleza, ésta es una actividad de riesgo. La ventaja la tenemos en que sus peligros son bastante obvios mayo- ritariamente -que no insidiosos, como ocurre con las sustancias químicas-, por lo que el más lego en materia de prevención será conscien- te de la necesidad de protegerse. Para proteger las manos y antebrazos del calor, salpicaduras, escoria, etc., son sufi- cientes unas manoplas de cuero con embo- caduras de lona o de cuero. Otros tipos de prendas protectoras son los mandiles de cuero, chaquetas, manguitos, guarda-pier- nas y protecciones para la cabeza. Advertidos los peligros más evidentes de los trabajos de soldadura, hemos propuesto una solución tan lógica como elemental: prote- ger las manos con guantes, así como el resto del cuerpo. Ahora bien, como siempre hace- mos en esta serie de artículos volvemos a insistir en la necesidad de unas buenas prác- ticas higiénicas por parte de los soldadores. Al respecto sólo recordar unos pocos aspec- tos fundamentales: • Usar los guantes, pues el mejor EPI no pro- tege si no se usa. Usarlos correctamente, manteniéndolos en buen estado, y dese- chándolos cuando estén deteriorados, ya que no cumplen su función, y su uso, en malas condiciones, podría ser contraprodu- cente. • No intercambiar los guantes. Es una pren- da estrictamente personal; su intercambio permite el cruce de afecciones y enfermeda- des de la piel. • Practicar una higiene rigurosa de las manos, que deben estar limpias, protegidas de cualquier lesión o herida que las afecte, y bien hidratadas, usando si es necesario emulsiones especiales y cremas re-hidratan- tes después del trabajo. Para acabar, unos breves apuntes sobre la ropa de trabajo del soldador. La Enciclope- dia de Salud y Seguridad en el Trabajo de la OIT nos recomienda que la ropa de trabajo sea “de pura lana o algodón ignífugo. Las mangas serán largas con los puños ceñidos a la muñeca; además llevará un collarín que proteja el cuello. Es conveniente que no lle- ven bolsillos y en caso contrario deben poderse cerrar herméticamente. Los panta- lones no deben tener dobladillo, pues pue- den retener las chipas producidas, pudiendo introducirse en el interior del calzado de seguridad”. *Tomás Bodero Sáiz. Responsable de Marketing de Tomás Bodero, S. A. Artículo elaborado con la colaboración de Gaceta de la Protección Laboral y Manuel Domene (Periodista). Supervisado por el alergólogo Pedro Carretero.