Técnicas de protección PROTECCIÓN LABORAL 58 | 1oTrimestre09 Protección de las manos en los trabajos de soldadura Un soldador con las manos enfermas ya no es un soldador La industria y la construcción (residencial o naval), entre otros muchos ejemplos, no serían lo que son sin el trabajo de los soldadores, que ensamblan grandes meca- nos. Un barco tiene centenares de kilómetros de soldadura. El trabajo del soldador es imprescindible en la sociedad tecnológica; sin embargo, es una ocupación llena de peligros para las manos. El soldador –y sus manos- se hallan expuestos a riesgos térmicos, eléctricos, quími- cos, radiantes. Sólo la protección de las manos permite a estos profesionales poder seguir ejerciendo su trabajo; quien desarrolla algún problema dermatológico en las manos deja de ser soldador. Y es que la seguridad es una materia sin buena alterna- tiva: o emplear guantes o lamentar. tancias el soldador debe ir protegido por un mandil de cuero, gafas de seguridad y, por supuesto, manoplas. Procesos de soldadura y actividades conexas Ya hemos visto que todos tenemos alguna experiencia relacionada con la soldadura y conocemos en qué consiste el proceso. Lo que no conocemos la mayoría es la variedad de procesos de soldadura existentes. Cada uno de ellos tiene su singularidad y sus ries- gos específicos asociados. Además hay una larga retahíla de actividades conexas a la de soldadura, que la Enciclope- dia de la OIT relaciona del siguiente modo: ajustar (flujo, presión, etc.); alinear; recocer; aplicar (fundentes); cortar con arco eléctri- co; soldar con arco eléctrico; montar y des- montar; doblar; empernar; pegar; cobresol- dar; cepillar; calcular (corriente); desbarbar (metal sobrante); sujetar; limpiar (superfi- cies); conectar (tubos y cables); controlar; cortar; desengrasar; sumergir; restaurar (electrodos); examinar (calidad de las jun- tas); limar; rellenar; fijar; oxicortar; derretir; moler; guiar (la varilla a lo largo de la llama); amartillar; manejar; tratar con calor; calentar Tomás Bodero Sáiz* Con el desarrollo industrial, la soldadu- ra se ha convertido en un proceso que nos resulta familiar a una inmensa mayoría de ciudadanos. Hemos visto soldar en obras, talleres de automoción, reparacio- nes domésticas, etc. Puestos a dar una defi- nición más o menos académica, adoptare- mos la que hace la Enciclopedia de Salud y Seguridad de la OIT, según la cual “soldadu- ra es el término genérico por el que se desig- na la unión de piezas de metal por sus caras de junta haciendo que éstas se vuelvan plás- ticas o líquidas mediante la aplicación de calor o presión, o ambas cosas”. Si hemos presenciado cualquier trabajo de soldadura seguro que retenemos la imagen mental de unos hierros candentes (al rojo vivo), y la paralela generación de calor, y otros efectos de la energía transformándose, como son el ruido, el polvo, luz y radiación (según el tipo de soldadura empleado). Desde el punto de vista de la seguridad de las manos, el calor –o riesgo térmico- es el princi- pal peligro derivado de la actividad. Dicho de otro modo, el denominador común a todos los procesos de soldadura es el riesgo de que- maduras que, como ya sabemos, suelen afec- tar a nuestras principales herramientas de tra- bajo: las manos y los brazos. Las tres fuentes de calor directo común- mente empleadas son la llama producida por la combustión de un gas con aire u oxí- geno, el arco eléctrico que se crea entre un electrodo y una pieza, o entre dos electro- dos y, por último, la resistencia eléctrica opuesta al paso de una corriente entre dos o más piezas (dicha resistencia provoca el calentamiento). Como idea preliminar basta recordar que en la soldadura al arco, las piezas que se unen y la punta del electrodo alcanzan temperatu- ras del orden de 4.000o C. En tales circuns-