Psicosociología PROTECCIÓN LABORAL 56 | 3oTrimestre08 con la triste y cruda realidad cotidiana que nos anuncian el despertador y las obligacio- nes laborales. La adaptación psicológica En realidad, siempre hay un problema de adaptación al cambio en uno u otro sentido, como nos recuerda el Síndrome General de Adaptación, (SGA), descrito por Hans Selye. La adaptación requiere un elemento esen- cial: el paso del tiempo, que no será el mismo para todas las situaciones ni para todas las personas. Si difícil es volver, tampoco es fácil empezar el descanso vacacional: pasar de una situa- ción de alta tensión laboral y de un esfuerzo sostenido a estar tumbado ocho horas en la playa exige una especial adaptación conduc- tual y elevadas dosis de flexibilidad mental. Dicho con una expresión coloquial y muy conocida: “nos cuesta desconectar”. Hay quienes se preocupan por el statu quo de las cosas cuando vuelvan a su puesto (incerti- dumbre sobre el futuro). Asimismo, encon- tramos a aquellos lamentables “adictos al tra- bajo” que, gracias a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), siguen permanentemente conectados a su trabajo como si se tratara de una cuestión de vida o muerte. Sin duda, en todas estas situaciones está aflo- rando un Síndrome General de Adaptación (SGA) provocado por el animal de costum- bres que llevamos dentro. Cuando empezábamos a aclimatarnos a nuestro estado vacacional, se acaba nuestro tiempo de asueto. Diferentes señales nos lo han anunciado a nuestro pesar: el cambio del tiempo, el acortamiento de los días, el disminuido saldo de la tarjeta de crédito...). De nuevo, disipado el “elixir” vacacional, y como por arte de magia (negra), volvemos a enfrentarnos a la realidad menos festiva: la carretera, el tráfico, las facturas, los colegios (con todos los gastos adicionales), los niños, las comidas, las tareas del hogar, ... y ese etcétera particular que soporta cada hijo de vecina -y sólo él mismo conoce. La vuelta será tanto más dura si desde el pri- mer día deseamos obtener un pleno rendi- miento socio-laboral. Es un error cargarse precipitadamente de trabajos, proyectos y programas. “Las vacaciones han de consti- tuir una fuente de energía para el resto del año, pero siempre de forma positiva”, nos recuerdan los psicólogos. En definitiva, la vuelta al trabajo necesita un periodo de adaptación, un pre-calentamiento, tal y como si fuéramos motores, y motores que han de afrontar una larga prueba de resis- tencia. No interesa la prestación pura, sino la resistencia. Por supuesto, hemos de asu- mir que el cambio tiene su inercia, por lo que no puede ser radical: ayer en la playa y hoy en la oficina o el taller. Síntomas físicos y psíquicos Entre los síntomas, ya aludíamos al cansan- cio. La lista incluiría, además, falta de apeti- to, somnolencia, falta de concentración, taquicardia, dolores musculares, molestias en el estómago, sensación de falta de aire e insomnio, palpitaciones, mareos y sudacio- nes, dificultades para pensar o concentrarse, pérdida de memoria, debilidad muscular... En el apartado psicológico, también pueden presentarse signos o trastornos como falta de interés, irritabilidad, nerviosismo, inquie- tud, indiferencia, apatía, abulia, melancolía, fobia social, angustia, síntomas depresivos, profunda sensación de vacío, etc. Hay soluciones para los dos tipos de sínto- mas. Según el vicepresidente de semFYC, “para corregir las alteraciones de carácter físico, el paciente debe regular los horarios y el reloj biológico los días previos a iniciar el trabajo. Para ello es preciso acostarse en los horarios habituales y ser prudentes con el tiempo dedicado a la siesta. Es bueno dejar- se al menos dos días del final de las vacacio- nes como periodo de adaptación. En el caso de que sea posible, es aconsejable regular progresivamente la intensidad de la activi- dad que se realiza en el trabajo. También es importante dormir más horas los primeros días de incorporación al trabajo, con un horario bien regulado”. En el plano psicológico, el doctor López San- tiago recomienda huir de los tópicos, es decir “desterrar la idea o sensación de que las vacaciones son un estado absolutamente opuesto al periodo de trabajo, y por tanto que uno es sinónimo de placer y el otro lo es de malestar y sufrimiento”. También convie- ne relativizar las cosas. Al respecto, López Santiago añade que “es necesario asumir que se trata de un malestar propio de los prime- ros días y evitar darle demasiada importan- cia; no se puede estar en una actitud de queja y malestar permanente. Por eso es aconsejable, por un lado, planificar activida- des gratificantes para los días laborales, bus- cando un tiempo para el ocio, y por otro lado, afrontar la vuelta al trabajo como un nuevo periodo vital en el que se pueden desarrollar nuevas tareas para el desarrollo personal. Si la persona ya tiene los síntomas, debe tener en cuenta que no es el mejor momento para tomar decisiones importan- tes sobre su futuro laboral”. El coste psicológico del síndrome postvacacional Con lo que ya llevamos dicho sobre el sín- drome postvacacional hemos podido dese- char todos la idea de que dicho síndrome era un episodio más o menos anecdótico en la vida de algunos “inadaptados”, que apare- cía periódicamente con la vuelta al trabajo. El síndrome postvacacional es un fenómeno serio por su alcance, y puede vaticinarse, sin riesgo al equívoco, que pronto será incluido entre los riesgos emergentes en el mundo del trabajo. El “calvario” de la vuelta a la ruti- na laboral es la punta del iceberg: tensos y cansados, angustiados y desmotivados, los trabajadores rinden mal; la productividad baja, el absentismo laboral aumenta y, para- lelamente, la frecuencia de ciertas enferme- dades se eleva. Un trabajo publicado en el Journal of the American Medical Association pone de relie- ve que casi un 25% de los trabajadores pade- cen un estrés muy importante, por lo que tienen el triple de posibilidades de sufrir hipertensión y cardiopatía. De hecho, numerosas sociedades científicas han comenzado a reconocer la importancia de este cuadro clínico que, si se cronifica, puede tener graves repercusiones cardíacas. Sin la debida atención de los expertos en medicina laboral y el apoyo de programas de intervención psicoterapéutica, el empleado que trabaja en un ambiente tenso, rinde menos, enferma y, a largo plazo, cuesta mucho más (especialmente en lo relativo a su salud personal). Mal gestionado, el problema añade el coste económico al ya inevitable coste psicológi-