Técnicas de protección PROTECCIÓN LABORAL 56 | 3oTrimestre07 te eléctrica a través del organismo). Es vital –y nunca mejor dicho- el empleo de guantes aislantes y, siempre que sea posible, trabajar sin tensión en las líneas. Sin embargo, el riesgo eléctrico no siempre procede de la red. No conviene subestimar las baterías de acumuladores del tractor y otras máquinas que, dado el esfuerzo que deben realizar para mover pesados motores diesel, poseen unos elevados amperajes (intensidad de la corriente). El accidente más común con las baterías suele ser el arco eléctrico por cortocircuito de los bornes con piezas o herramientas metálicas. Las quemaduras pueden ser graves, además del riesgo de incendio de la máquina y su entor- no. Por supuesto, se evitará la proximidad entre cualquier forma de llama viva y los vapores que expelen las baterías a través de sus vasos. Además, de la quemadura termo- eléctrica, existe la posibilidad de una que- madura química por contacto con el ácido de la batería. Riesgos químicos Después del sector químico, probablemente sea el de la agricultura el que maneja mayor cantidad de sustancias químicas. La diferencia –y agravante- está en que los empleados del sector químico son más conscientes de los riesgos que manejan que los agricultores, lo que les hace más propensos a sufrir acci- dentes. ·Plaguicidas, fertilizantes y otros productos Los productos químicos para la agricultura se agrupan en tres clases: plaguicidas, fertilizan- tes y productos para la salud animal. La finali- dad de los plaguicidas es causar la muerte, por consiguiente es necesario adoptar precaucio- nes para manipularlos de forma segura. Algu- nos de los problemas han sido superados por los avances en los productos. En la mayoría de los casos, el lavado con agua abundante es el mejor tratamiento de primeros auxilios en caso de exposición superficial de piel y ojos. La palabra plaguicida tiene un significado muy amplio, ya que engloba términos como insec- ticida, fungicida, herbicida, rodenticida, bac- tericida, acaricida, nematocida o molusquici- da, en clara alusión a las plagas que trata de combatir. Reciente está la crisis de los topi- llos, que nos hace reparar en el riesgo del manejo de venenos para roedores (rodentici- Vivir (peligrosamente) en el campo Ya lo hemos dicho al principio de este reportaje: a menudo, tenemos una imagen ide- alizada y bucólica del campo, ignorando riesgos –muchos de ellos ancestrales- pero, desde luego, nada bucólicos ni idílicos. Ello explicaría el desarraigo de la población, su desinterés y abandono de la agricultura desde hace décadas. La explotación agrícola industrial presenta riesgos, que se agravan aún más en el caso de las explotaciones familiares, debido a la limitación de recursos y al carácter de auto- subsistencia que tienen muchas de estas explotaciones. Así pues, sin el menor género de dudas, la explotación familiar constituye un entorno de trabajo peligroso. Es uno de los pocos lugares de trabajo peligrosos en el que varias generaciones de una misma familia pueden vivir, trabajar y jugar. El barómetro más elocuente de la seguridad y la salud es la carga de trabajo por trabaja- dor, ya se trate de trabajo físico, de trabajo mental o de la necesidad de tomar decisio- nes. Muchos accidentes graves se producen entre agricultores que trabajan con equi- pos que conocen bien, en campos familiares, cuando realizan tareas que llevan haciendo años o incluso décadas. Ya lo sentenciaba un pensador: “El hábito hace dies- tras nuestras manos y torpes nuestras mentes”. La rutina es la antesala de la desaten- ción, el riesgo y... el accidente. Los materiales agrícolas peligrosos, como los plaguicidas, fertilizantes, líquidos inflama- bles, disolventes y otros limpiadores, son responsables de enfermedades agudas y cró- nicas en los trabajadores agrícolas y sus familiares. Los tractores, las barrenas y otros equipos mecanizados han permitido un gran aumento en la capacidad de trabajo del agricultor, pero producen también accidentes graves. La posibilidad de quedar atrapa- do en la maquinaria, el vuelco de los tractores, la presencia del ganado, la conducción de máquinas en vías públicas, las caídas o los golpes producidos por la caída de objetos, la manipulación de materiales, herramientas y utillajes, los espacios confinados y la exposición a toxinas, polvo, mohos, sustancias químicas, vibración y ruido son los prin- cipales riesgos de enfermedad y lesiones en las explotaciones agrícolas. Todo ello sin olvidar las condiciones climáticas y la exposición al medio natural. En definitiva, la agri- cultura es una actividad muy exigente y sacrificada, un trabajo que –no de balde- se asocia con unas tasas de mortalidad y morbilidad más altas que ningún otro.