4oTrimestre07 | PROTECCIÓN LABORAL 53  Tribuna La importancia de los matices Aprovecho la privilegiada Tribuna de Protección Laboral, con amplia difusión y merecido prestigio en el sector de la seguridad en el trabajo, para matizar los comentarios, que van de boca en boca, y que desacreditan o, como mínimo, ponen en tela de juicio a todos los productos de importación. Además, como garantía para el usuario, con- tamos con las certificaciones del producto, que están avaladas por una entidad de certifi- cación. La propia Asociación de Empresas de Equipos de Protección Personal (ASEPAL), que nos avala a las empresas miembro, es otra garantía para el consumidor. ¿Quién será el osado que hará tratos con empresas no inte- gradas en ASEPAL? Es cierto que con el buen grano convive la paja, pero incluso en el mer- cado más salvaje y atípico existe la posibili- dad de elección y hay mecanismos que velan por la transparencia. Quien consume EPI no certificado es porque así lo ha decidido. Entiendo que el cambio o erradicación del consumo de EPI no certificado pasa por la reeducación del consumidor: si existe oferta de ese ‘subproducto’ es porque hay deman- da. En ese sentido, ASEPAL puede diseñar campañas dirigidas al consumidor final disua- diéndole del uso de EPI no certificado. Finalmente, decirles –especialmente a quie- nes creen en las soluciones intervencionis- tas- que no se puede esperar todo del para- guas del “papá” Estado o de la “mamá” Administración. Vivimos en un contexto en el que impera la iniciativa privada, y una magnífica iniciativa sería que organismos como ASEPAL –y sus homólogos europeos- emprendieran una actitud pro-activa desa- rrollando, como se ha dicho repetidamente, “guías de control en aduanas y en el merca- do”, que permitirían a las autoridades “esta- blecer una vigilancia de mínimos en la cali- dad de los productos”. Y concluimos subrayando nuevamente la importancia de los matices: no todos los EPI importados son malos; únicamente los importados que no están debidamente certi- ficados. La solvencia, ética y buen criterio del importador marcan la diferencia. *Tomás Bodero Sáiz. Responsable de Marketing de Tomás Bodero, S. A. Tomás Bodero Sáiz* En justo reconocimiento al saber popu- lar, debemos admitir que es cierto que en todos los mercados circulan productos importados de dudosa eficacia, cuando no son un peligro en sí mismos. De todos modos, ni todo el monte es orégano, ni todos los productos importados carecen de las necesarias garantías. La ‘vox populi’ llega –como no podía ser de otro modo- a los medios de comunicación y, así, nos encontramos con artículos de opi- nión que vierten afirmaciones categóricas y cuyas argumentaciones –normalmente- ado- lecen de una cierta falta de objetividad, o hacen afirmaciones que, en mi modesta opi- nión, en tanto que fabricante, me parecen poco afortunadas. Y es que, antes de meter- nos en debate y descalificar por sistema, conviene hilar fino, distinguiendo muy bien entre productos “importados” y productos “no certificados”. En un mundo y economía cada vez más glo- balizados no hay nada radicalmente blanco ni negro, sino que existe todo un mundo de matices, matices que intentaré poner de relieve en lo tocante a los EPI importados y, naturalmente, certificados. Entre los EPI importados se encuentran aquéllos cuya producción se ha deslocaliza- do para beneficiarse de costes de mano de obra más baratos. A los efectos técnicos es lo mismo que haberlos producido en Espa- ña, con la diferencia de que tienen un precio muy competitivo. La producción deslocalizada de EPI ofrece todas las garantías al consumidor final. Los equipos han pasado los pertinentes contro- les de calidad en origen; los trabajadores de las firmas fabricantes han recibido forma- ción previa por parte de la empresa contra- tante; los fabricantes cuentan con maquina- ria y componentes idóneos enviados desde España y, por si fuera poco, las firmas impor- tadoras atesoran una experiencia en las labo- res de exportación de varias décadas, en algunos de los casos. Nunca una firma de larga trayectoria empañaría su imagen con una importación de bajo precio y nula garan- tía. Al menos, ése no es nuestro caso. Así pues, conviene desterrar la idea de que todo EPI importado es un fraude y un peli- gro para la seguridad del trabajador. Por supuesto que el mercado es muy complejo y los fraudes existen. Por ello, el consumidor responsable y bien formado sabe que el hecho diferencial, la auténtica garantía, la encontrará en las firmas, su solvencia y tra- yectoria de décadas en el mercado. Huir de “oportunidades” y empresas oportunistas es la mejor manera de evitar el fraude. En este mundo de matices al que me he refe- rido, considero como expresión desafortu- nada que sectores profesionales sostengan que “... en la situación actual del mercado cabe preguntarse si existe algún control ver- daderamente eficaz que garantice al usuario el grado de protección exigido por la legis- lación europea. Lamentablemente la res- puesta es no”. Sinceramente, creo que el panorama apoca- líptico que dibuja esta declaración no se corresponde exactamente con la realidad. Como mecanismos de control están el pro- pio auto-control de los fabricantes, su res- ponsabilidad social, su imagen ante la opi- nión pública y su propia pervivencia en el mercado. ¿Quién, en su sano juicio, tirará piedras a su propio tejado?