Técnicas de protección PROTECCIÓN LABORAL 51 | 2oTrimestre07 mos a renglón seguido. No existe cantera sin compresor –que insu- fla vida a las herramientas-, ni compresor sin martillos neumáticos, que zarandean los brazos (y todo el cuerpo) de quien los usa. El ruido y las vibraciones originan multitud de enfermedades profesionales relaciona- das con el trabajo en la cantera. La maquina- ria de mano con altas vibraciones, como los martillos neumáticos manuales y las bujar- das, empleados en prolongadas jornadas de trabajo a lo largo del tiempo, están hacien- do aflorar lesiones del túnel carpiano (muñeca) y la “enfermedad de los dedos blancos” por trastorno del sistema circula- torio, que origina un déficit de riego en las extremidades, como ya hemos explicado en reportajes precedentes. La prevención pasa por empleo de guantes anti-vibratorios y la obligada vigilancia de la salud. En ese sentido, una organización sin- dical apunta la importancia de que los traba- jadores que manejan regularmente martillos neumáticos “exijan, como mínimo cada dos años, radiografías de ambas manos en las dos posiciones (dorso y palma), pasando, asimismo, exámenes médicos mensuales”. La reivindicación no es gratuita, ya que las vibraciones tienen efectos insidiosos no sólo sobre las manos. La exposición del cuerpo a vibraciones en la gama de frecuencias de 4 a 12 ciclos genera una resonancia que afecta al Sistema Nervioso Central (SNC), provo- cando estrés, efectos sobre el metabolismo y pérdida de energía. La enfermedad por vibraciones se manifiesta por una pérdida de sensibilidad al dolor y a las temperaturas, siendo ésta más acusada en las extremidades (fenómeno de los dedos dormidos). En las vibraciones producidas por el uso de los martillos neumáticos (250 a 500 vibracio- nes por minuto), y después de varios años de exposición al riesgo, el operador tiene que realizar esfuerzos constantes para man- tener la herramienta en la posición y direc- ción adecuadas. Además de otras medidas organizativas (rotación, descansos), es necesario que los operadores del martillo neumático (y otras herramientas vibrátiles semejantes) emple- en EPI para atenuar la transmisión de vibra- ciones al sistema mano-brazo. El equipo comprendería mandil, manguitos y polainas, así como una faja elástica de protección de la cintura. En este caso no sirve un manguito o guante convencional, sino que ha de tener una estructura, elástica y absorbente, capaz de disipar las vibraciones de la herramienta antes de que se transmitan al sistema múscu- lo-esquelético del trabajador. Existen otras máquinas electro-portátiles, entre las que destaca la popular y multifacé- tica amoladora- cuyos riesgos no son meno- res precisamente, pudiendo destacarse: - Lesiones producidas por el útil de la herramienta, tanto por contacto directo, como por rotura de dicho elemento. - Lesiones provocadas por la fuente de ali- mentación, es decir, las derivadas de con- tactos eléctricos, roturas o fugas de las conducciones de aire comprimido o del fluido hidráulico, escapes de fluidos a alta presión, etc. - Lesiones osteo-articulares y circulatorias (síndrome del dedo blanco) derivadas de las vibraciones que producen. En toda actividad también está presente la herramienta manual que, aunque no provo- ca vibraciones por sí misma, puede ocasio- nar lesiones graves en las manos, por lo que se descartarán escrupulosamente aquellas que no se encuentren en perfectas condicio- nes de uso, como ya hemos precisado tam- bién en esta serie de reportajes. Higiene, condición sine qua non Obviamente, la salud de las manos no pasa exclusivamente por la ausencia de acciden- tes: las condiciones higiénicas también son determinantes. Las manos son nuestro ini- gualable “periférico” de trabajo y, si su salud no es óptima, podemos vernos inca- pacitados para trabajar. Un periodista traba- ja, crea o redacta con la cabeza, pero nece- sita las manos para plasmar sus ideas en un escrito. Si esto es así, tratemos de imaginar ahora el futuro del picador de una cantera que desarrolla una dermatosis alérgica en las manos, su primera herramienta de traba- jo. El resultado es incapacitación para el trabajo, lo que supondrá una grave afrenta para su economía personal-familiar, así como costes sociales directos e indirectos. Evidentemente, existe una alternativa fácil y sensata llamada higiene, que pasa por abandonar “vicios” e incorporar algunas En los trabajos eléctricos es vital el empleo de guantes que impidan el contacto del trabajador con los circuitos some- tidos a tensión. buenas pautas de conducta. Sabido es que, pese a todo, todavía existen centros de trabajo –máxime tratándose de canteras- en los que los trabajadores tienen dificultades reales para observar las normas básicas de la higiene personal. No es raro que, en estos casos, los obreros mezclen arena o serrín con cualquier líquido para “lavarse” las manos. En realidad están elimi- nando parte de la suciedad con muy poca eficacia y un alto coste en abrasión y agre- sión de la piel. En otros casos, limpian direc- tamente la piel con la ayuda de solventes, que deterioran la protección natural de la epidermis y, aún peor, penetran en el orga- nismo dejando su estela tóxica. Muy frecuentemente, el obrero utiliza los guantes para un trabajo específico y después los deja en la obra hasta que vuelve a necesi- tarlos. Esta actitud no sólo propicia el riesgo de que diferentes operarios compartan los guantes (consciente o inconscientemente), sino que cuando se vuelve a utilizar los guan- tes, las manos seguramente estarán cubier- tas de suciedad, lo que aumenta considera- blemente las posibilidades de irritación de la piel. En estos casos el operario puede verse inducido a pensar que los guantes son los responsables de sus problemas cutáneos,