INMUNOTERAPIA 10 los 25 años, y para el linfoma de linfocitos B en adultos, respecti- vamente. Paralelamente, el Estado financiará una terapia CAR-T pública para la LLA, que fabricará el Hospital Clínic de Barcelona y que será como las comerciales pero, presumiblemente, más barata. Sin duda, 2018 ha sido el año de las inmunoterapias, y así se ha reconocido con la concesión del Novel de Medicina a los descu- bridores de los frenos moleculares PD1 y CTLA-4. Los tratamientos basados en inmunoterapia constituyen una herramienta adicional a los tratamientos tradicionales, como la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia, pero con muchos menos efectos secundarios, y abren la puerta a hacer realidad la aspiración de convertir los cánceres y otras dolencias hoy morta- les, cuando menos, en enfermedades crónicas. Arranca la gran batalla El cometido de nuestro sistema inmune es protegernos frente a patógenos, como los virus, también eliminando o suprimiendo las infecciones virales causantes de tumores o la inflamación, que puede resultar un entorno favorecedor para el desarrollo de tumo- res. Las células inmunitarias, los linfocitos, circulan por todo nuestro organismo buscando, mediante unos receptores, elementos extra- ños, como bacterias o virus, y una vez detectados se activan las denominadas células T citotóxicas, linfocitos ‘exterminadores’ del agente invasor. Asimismo, es capaz de identificar y eliminar célu- las tumorales; estas células que han mutado expresan antígenos específicos (unas proteínas) que el sistema inmune reconoce como extraños-malignos, activándose la respuesta inmunitaria. Todo apunta a que a lo largo de nuestra vida y sin que nos demos cuenta, el sistema inmune se encarga de neutralizar estas mutaciones celu- lares evitando la aparición de muchos más tumores. Sin embargo, algunos tipos de células cancerígenas tienen estra- tegias para escapar de las células inmunitarias: son capaces de expresar en su superficie una serie de proteínas (puntos de con- trol) que hacen que los linfocitos queden ‘adormecidos’, frenados en su actividad. Entre estas proteínas ‘adormecedoras’ destaca PD1 (y su ‘oponente’ PDL1), y se hallan en las células T inmuni- tarias para regular la intensidad de su acción, de modo que no ataquen células sanas o células tumorales que expresan PDL1. Existen otras moléculas 'adormecedoras' que reducen la res- puesta inmunitaria, entre las que destaca la denominada CTLA4. Los tratamientos que consiguen despertar estas células para que ataquen las células cancerosas son los anticuerpos monoclona- les, que se unen a estas proteínas y desactivan ese ‘freno’. Así, los medicamentos con anticuerpos monoclonales aprovechan las funciones del sistema inmunitario natural para combatir el cán- cer, y pueden utilizarse en combinación con otros tratamientos oncológicos y también con otras inmunoterapias; de hecho, se ha constatado que es precisamente con la combinación de tra- tamientos inmunoterápicos cuando se obtienen mayores éxitos. Algunos de los anticuerpos monoclonales inhibidores de puntos de control inmunológico son el ipilimumab, para la diana tera- péutica CTLA4, el pembrolizumab y el nivolumab para la diana terapéutica PD1, y atezolizumab, avelumab o durvalumab para la PD-L1. Otro inmunotratamiento es la terapia celular adoptiva; y de entre ellas destaca la terapia de células T con CAR, que se basa en extraer linfocitos T de la sangre, activarlos y modificarlos genéticamente para que expresen el receptor CAR –mediante manipulación o ingeniería genética se les ha conferido la capa- cidad de reconocer y destruir las células tumorales–, expandir estas células en el laboratorio y volver a transfundirlas al paciente.