La formación del diseño en España está articulada en torno a planes universitarios específicos y a las Escuelas Superiores de Diseño. Me centraré en estas últimas. En ellas, la formación del diseño se divide en las áreas de diseño gráfico, de interiores, de moda y de producto. La adaptación a Bolonia hizo necesaria una convergencia de programas y contenidos en toda España que se reflejó en los decretos RD1614/2009 y RD633/2010 en los que la sostenibilidad aparece claramente definida como competencia a adquirir en las cuatro ramas y reflejada en los planes de estudio. Deberíamos entender, sin embargo, que no se trata de introducir asignaturas en un programa, sino que la visión de corresponsabilidad social ha de ser transmitida con eficacia a los futuros profesionales. Hay cuestiones fácilmente encasillables dentro de la formación tradicional del diseño, como pueda ser el estudio y empleo de materiales, soportes o tintas refiriéndolos a su impacto energético, en emisiones de CO2, o biodegradabilidad (perdón por el palabro). También es fácil asimilar nuevas normativas como la del etiquetado, o prepararse para participar en propuestas de edificaciones de consumo energético casi nulo. Pero hay que ir más allá: entrar en el problema de la gestión, del transporte, de los procesos productivos o de las posibilidades tecnológicas existentes junto con la viabilidad del reciclaje y las consecuencias de los desechos para atacar de forma rigurosa el ciclo de vida de los productos,... además, no es un asunto de los nuevos profesionales que ejercerán en un futuro, lo es de quienes ejercemos hoy, pues no se admiten esperas en este tren del desarrollo global. Más delicado es asumir cuestiones de fuerte impacto social, intangibles de los que apenas solemos hablar pues no están directamente relacionados con el consumo de energía pero sí afectan al desarrollo global. Hay procesos productivos y tecnologías que se nutren del empleo de mano de obra barata, de países sin normativa adecuada sobre desechos o emisiones tóxicas, o del empleo de materias primas comercializadas por gobernantes poco amigos de la democracia. ¿Estamos los profesionales y la sociedad en general preparados para asumir estos cambios de paradigma? La legislación no siempre ayuda mucho. Estamos en el inicio del cambio de modelo, y muchas normativas están todavía desarrollándose, siendo en muchos casos incompletas, en otros contradictorias, aún discutidas o pendientes de ser aplicadas. Bien pensado, somos la sociedad civil – ciudadanos y consumidores- la que ha de asumir y dirigir el cambio, tanto por la escala como por la velocidad de las soluciones. Se da la paradoja que no tenemos un gobierno global, pero sí multinacionales quienes ejercen la globalidad de forma efectiva. Debemos ser por tanto nosotros como consumidores quienes regulemos de igual forma las buenas prácticas de las empresas y como ciudadanos los que regulemos las políticas de los gobiernos: información, formación y conciencia son vitales. Como contrapartida, el diseño ofrece ventajas estratégicas a quienes mejor lo emplean, fíjense en las sociedades que tienen buen diseño. Tanto por la relación directa que existe entre la buena planificación y gestión en el uso de materiales o consumo energético –de costes, en definitiva-, como por la especial incidencia de la imagen y la comunicación en la sociedad contemporánea. La comunicación visual e intuitiva es fundamental a la hora de conseguir una interrelación real entre nuevas tecnologías y usuarios de todas las edades en el desarrollo de redes inteligentes, al lograr la necesaria implicación social en la adquisición de hábitos eficientes, o cuando queremos mostrar el esfuerzo empresarial en un momento dado. Son sólo unos ejemplos pero me permiten hablar de profesionales que ponen en valor la tecnología, el conocimiento y la información para que la sociedad, de forma madura y responsable, pueda elegir. MEDIOAMBIENTE, SOSTENIBILIDAD Y RECURSOS EDH 87