OPINIÓN ENERGÍA: diagnóstico y recetas Por Sergio de Otto, Secretario General Fundación Renovables Cuando se pone en marcha una revista como esta pese a la situación de la economía, pese a la crisis generalizada en todos los sectores, pese a ser más acentuada esa crisis en el energético y no digamos en el ámbito de las energías renovables, pese a la caída de la demanda energética, y pese a tantos otros factores, cabe pensar que la audacia de sus promotores -a los que desde la Fundación Renovables deseamos todo el éxito posible- responde en realidad a la constatación de que la energía es en nuestra sociedad un elemento central y que, como tal, requiere una atención y seguimiento permanente sean cuales sean los factores de contorno. En efecto, la energía es un bien esencial, no en si mismo sino para proporcionarnos toda una serie de servicios que nos permiten, por ejemplo, el desarrollo industrial, el transporte o el confort en tantos aspectos de nuestra vida diaria. Pero resulta que tenemos un modelo energético basado fundamentalmente en la combustión de petróleo, gas y carbón, con el soporte en buena parte del mundo de la energía nuclear desde hace cincuenta años, que se ha revelado insostenible y que está en el origen de los principales problemas a los que se enfrenta la humanidad. Las emisiones producidas por la combustión de esos recursos fósiles contribuyen decisivamente al cambio climático que pone en riesgo las condiciones actuales de vida en el planeta como viene advirtiendo con rotundidad creciente la comunidad científica, clamor al que los dirigentes mundiales siguen haciendo oídos sordos. Este modelo energético es también el causante de buena parte de las tensiones internacionales y de numerosos conflictos en los que únicamente existía o existe el afán por controlar el acceso a los recursos energéticos muy irregularmente distribuidos por el mundo. Este modelo, precisamente porque solo un puñado de países controla la mayor parte de esos recursos fósiles, supone una gran inestabilidad para nuestras economías pues son otros los que fijan unos precios cuya principal característica es su volatilidad pero con una marcada tendencia al alza. Este modelo además ha dejado fuera a una buena parte de la humanidad del desarrollo y acceso al confort que solo tenemos garantizado plenamente cerca de 2.000 millones de habitantes mientras que el resto o no tienen acceso o lo tienen de forma precaria. Un modelo que en ningún caso debería ser exportable a los países en desarrollo para responder a las legítimas aspiraciones de esas poblaciones pues agravarán como lo están haciendo ya, los factores de insostenibilidad que acabo de mencionar. Sobre este diagnóstico existe un amplio consenso, incluso puede encontrarse ampliamente documentado en las memorias de responsabilidad social de las empresas que son responsables de esta situación, en los sesudos estudios de las grandes firmas de consultoría, en 28 EDH