65 DISEÑO Hoy muchos países en el mundo son víctimas de la inseguridad y más allá de analizar sus causas, el ob- jetivo de este artículo es exponer cómo la misma logra influir de modo notable en las acciones de consumo obligando a que, tanto los envases como el mecanismo comercial en su totalidad, deban adecuarse a este fenó- meno modificando los diferentes recursos gráficos en el primer caso, y alterando la forma en que se venía dando la relación entre fabricantes y consumidores en el segundo. Por el bien de los niños... Uno de los ejemplos más notables de esta influencia ocu- rre en el segmento infantil. Al exponerlo, vienen a la mente recuerdos de una infancia despreocupada en la que uno podía moverse con absoluta tranquilidad por las calles de su barrio. Sin lugar a dudas, se trataban de épocas tan sim- ples como enriquecedoras pero que, lamentablemente, se han ido perdiendo debido a la inseguridad. Hoy, el miedo a que los niños tengan la más mínima posi- bilidad de ser asaltados, secuestrados o atacados física- mente genera en muchos padres una reacción tan sobre protectora, que le impiden al pequeño desarrollarse y cre- cer a través de su propia exploración. Los adultos ejercen en el nuevo escenario un monitoreo constante sobre el menor, restringiendo aquellos juegos infantiles callejeros, la diversión inocente disfrutada en espacios públicos hasta largas horas de la tarde, los paseos solitarios en bicicleta. Ni siquiera les es permitido ir al colegio por sus propios medios. Hoy donde está el niño está el adulto y este hecho, que pareciera ser insignificante, influye notable- mente en las acciones de compra, y en la rentabilidad de ciertos productos como por ejemplo las golosinas. Para ser más claros, antes un niño ingresaba a un kiosco completamente solo y podía escoger la oferta que más le apeteciera. Ese ámbito representaba para el pequeño un signo de independencia, allí era amo y señor y podía deci- dir, sin intervención alguna de sus padres, en qué “invertir” las pocas monedas que había logrado reunir durante la se- mana. Pero ya no más. En el nuevo contexto, la madre im- pone sobre el menor su propio criterio, dirigiendo la acción de compra hacia aquellos productos que nutran y repre- senten un beneficio funcional concreto. Los dulces son unos de los productos preferidos de los niños, son accesibles, divertidos, sabrosos pero a juicio de los padres también son propensos a generar caries o a perjudicar la dentición de sus hijos. Por lo tanto, este control parental, consecuencia del temor, ha obligado a reformular el modo en que dirige su comunicación, incor- porando al adulto en sus mensajes a través de informa- ción de corte racional que convenza al “vigía” de emitir su permiso, para que el niño satisfaga su deseo. Tablas nutricionales más visibles, aparición de íconos en forma de “diente feliz” que anuncian el cuidado de la placa den- tal, flashes que magnifican la presencia de calcio, hierro o vitaminas en las nuevas fórmulas son algunos de los in- tentos que pueden detectarse en pos de reanudar el diá- logo con los decisores de compra. No veo, no escucho, no hablo... Si bien el fenómeno de la compra infantil es un excelente ejemplo, no es el único que podría emitirse. La inseguri- dad ha provocado que los habitantes de las ciudades bus- quen estar en las calles sólo lo necesario. Preocupados por ser víctimas potenciales de algún atropello, intentan llegar lo más rápido posible a sus hogares o lugares de trabajo. Se podría decir que la nueva realidad generó un hecho contradictorio. Si bien los consumidores observan el mundo circundante de un modo más exhaustivo (lo que podría beneficiar las ofertas comerciales que se co- munican en la vía pública por ejemplo), en realidad esta panorama