A FONDO|67 “Lo sabemos, lo hemos experimentado, no hay buen proyecto de iluminación si no tuvo antes de empezar, un concepto claro, macizo, rotundo, eficaz; que guíe cual- quier decisión a lo largo del desarrollo del proyecto”. que la iluminación está al servicio de la espiritualidad. Ésta se manifiesta a través de unas reglas, la liturgia, orden y forma del culto. La realidad espiritual precisa de su representación sensible y perceptible, eso es, la simbología. Aso- ciaciones y convenciones que producen emociones. Símbolo y liturgia, realidad y forma. La concreción es esta: la arquitectu- ra es para reunir al pueblo de fieles y celebrar culto divino, conducidos por las Verdades de la Fe para dar gloria a Dios y a sus Santos. El edificio ideado por Gaudí es una reflexión de la fe cristiana, un recorrido expresado por la simbo- logía. La iluminación para tal objetivo tiene la liturgia como conductora, la naturaleza y la luz mediterránea como referente. Quede claro que estas ideas son todas originales de Gaudí, que nos llegan, escritas por el mismo, o por sus discípulos y continuadores, principal- mente Isidre Puig Boada, Jordi Bonet i Armengol y el actual arquitecto director Jordi Faulí i Oller. A veces también recurrimos a la pasiva para reargumentar; es práctico contrastar, podemos decir con clari- dad lo que no debemos obtener, lo que queda fuera de los carriles conceptuales. La Sagrada Familia no es un edificio a iluminar, sólo, de forma arquitectónica o monumental. El culto requiere una luz baja, la justa, pues el pueblo está “en espera”. Y también porque la luz inten- sa, el exceso de luz “ciega, y los ciegos no ven”. La luz mata la iluminación. Sólo el altar ha de quedar en primer término. El otro punto conceptual cierto e inamovible es que en esta obra, los que hemos tenido la suerte de colaborar en Fotógrafo: Jordi Folch