2017 LUZ EN ACCIÓN 65 Realmente, hacen falta muy pocos recursos, mate- rialmente hablando, para convocar al milagro de la representación, esta suspensión de la incredulidad, tan necesaria para el acceso a la maravilla y a la fá- bula. Los niños lo saben, basta con oír tres palabras: “Érase una vez”... No obstante esto, con el desarrollo del arte viene implícito el desarrollo de su artificio, de su maquinaria, y de sus disciplinas: la escenogra- fía, la dramaturgia, la iluminación... La dedicación y el talento de los profesionales del teatro durante años han permitido realizaciones y efectos cada vez más sofisticados, y como arte colectivo que es, pro- miscuo y acogedor, acepta la intromisión de otras artes, y de oficios y saberes ajenos. De este modo, muchas de las soluciones audiovisuales que vemos ahora aplicadas a la comunicación, la publicidad, a las fachadas media... han sido probadas por primera vez en un escenario o durante un evento. El teatro, el espectáculo en vivo, está en permanente contac- to con la vanguardia, es un auténtico laboratorio de experimentación técnico y estético. Verdaderamente es un espacio y una oportunidad para el riesgo, para asumir riesgos. Cuando nos reunimos en el aula, que es otro espacio apropiado para el riesgo y la experimentación, trato de provocar y estimular el pensamiento propio de mis alumnos: ¿Cuáles son las expectativas que ten- go respecto al alcance de esta herramienta, de este medio de transmisión que es la luz, a nivel escénico? ¿Qué pueden esperarse de ella? ¿Para qué sirve y para qué no sirve la iluminación escénica? La iluminación escénica ¿es un lenguaje? ¿Cuál es el signo de mínima expresión de este lenguaje? ¿Existe una técnica, una solución adecuada para cada situación? ¿Es posible trasladar algo de todo este conocimiento a la discipli- na de la iluminación arquitectónica? ¿Cuál es el secre- to? ¿Y su código? ¿Puede aprenderse el lenguaje de la luz? ¿Es posible construir todo un discurso, escribir una página completa en un artículo, dar una hora de clase solo con preguntas? Yo tengo mis serias dudas, ya ni siquiera cuando me pongo muy lírico se me ocurre hablar del lenguaje de la luz. La iluminación no es un lenguaje porque no tiene signos, lo que sí es seguro es que existe un código en este oficio, como en todo diseño aplicado: una serie de elementos expresivos que, además de proporcionar visibilidad y placer estético, ayudan a sostener el pulso dramático de una pieza. Una par- te muy importante de los elementos de este código está construida sobre convenciones, acuerdos entre las personas que asisten al teatro y las personas que hacen el teatro. EL RECURSO INVISIBLE Un montaje escénico y un montaje cinematográfico, por razones obvias, se parecen mucho. Se trata de una articulación de elementos (sonido, imagen, tex- to, acción, espacio...) al servicio de una narrativa, de una historia. La armonía se percibe cuando los elementos indivi- duales de esta articulación están en relación entre sí y responden a un principio común, a cierto criterio es- tablecido. No se trata de una simple acumulación de eventos sucediendo a diferentes niveles. Los elemen- tos se relacionan y, de este modo, tienen significado el uno para el otro: un sonido y un movimiento, una ac- ción y un cambio en la iluminación... La simple percep- ción de estas relaciones causa placer en quien las per- cibe. Cuando las relaciones (de complementariedad, de anulación, de contraste, de oposición o de refuerzo) se expresan con claridad y son reconocibles fácilmente, se produce ese fenómeno tan familiar: el placer estético. Conviene que tengamos en cuenta estas notas sobre la armonía al pensar cómo vamos a poner en relación colores y luces con el espacio y con la acción, bus- cando siempre una articulación que facilite esta apa- rición de sentido, de belleza. Cada elemento que se añade a una composición, sea cual sea, visual, espa- cial, musical... debería poder funcionar como un nue- vo grado de libertad que añada sentido al conjunto. Como uno de los recursos articuladores para el mon- taje escénico, la iluminación escénica puede resultar invisible si se encuentra integrada de forma tan efec- tiva y sincronizada con el resto de elementos, que no somos capaces de percibir su presencia como un artificio, un elemento ajeno al conjunto. El monta- je cinematográfico es del mismo modo invisible: un procedimiento tan violento como el salto de un pla- no a otro resulta perfectamente justificado y natural al espectador porque se realiza con criterio, siguien- do unas pautas formales y respetando las relaciones de sentido entre los elementos que componen cada plano. Así pues, no se trata de lo abrupto o rápido que pueda ser un cambio en la iluminación de la es- cena, sino de si se encuentra justificado y en conso- nancia con lo que en ella sucede. Y esto es válido para la iluminación sutil y matizada, de cambios suaves, de un montaje de teatro de cámara, y para una luz estridente, dinámica y brillante del gran musical. La iluminación escénica puede resultar invisible si se encuentra integrada de forma efectiva y sincronizada con el resto de elementos