La dialéctica entre luz y ar- quitectura ha estado y es- tará presente durante toda la evolución de la humani- dad. Desde sus primeros días el hombre hizo suyo aquel fenómeno natural y desde aquel instante en donde apare- ció el fuego -como primer artificio de la luz- pudo mejorar su estadía noc- turna -incipiente hasta ese momen- to- y con ello conocer nuevos rumbos para expandir sus límites geográficos conocidos. (Ver imagen 1). En líneas generales los valores asocia- dos a los denominados ‘artificios’ se relacionan con el nivel de aceptación y credibilidad de aquello irreal que pretende convertirse en algo verídi- co. La emulación de sensaciones que debe impactar sobre el espectador es el fin de cada decisión en el proceso de diseño pensante. Sin embargo, cuando se cataloga la luz esta aseveración puede tener una distinta connotación dado que el resultado de los tipos de luz –ya sea natural y/o artificial– se entien- den diferentes y es responsabilidad de los proyectistas utilizarlos en toda su magnitud, es decir con la virtudes y dificultades que traen consigo, de AULA cd|15 manera conjunta y sin temor alguno a dicha coexistencia. Éste pues deviene en uno de los caminos por donde los profesionales ligados a este campo han de transitar. La inexistencia de cánones teóricos en el diseño de la iluminación artificial hace que la calidad de los plantea- mientos sean medibles mediantes percepciones -algunas veces subjeti- vas– por quienes visitan o contemplan las distintas composiciones lumínicas a las que se ven expuestos. De esta manera pues el mundo cinematográ- fico no es ajeno a esta aseveración, debido a que las películas producidas “El fuego como primer artífice de la luz”, José Rubén Burgos Ventura (2015)