“La mejor iluminación en una obra arquitectónica es la que ofrece un alto grado de confort y respeta y evidencia el espacio arquitectónico” pantallas colgando del techo, con unas bombillas mal puestas, con lo que pare- cía que no le había dado ningún tipo de importancia a este tema. Otra vez, con mi socio Luis Clotet, estuvimos con unos arquitectos de Sevilla viendo un proyec- to sobre una biblioteca y, cuando nos lo enseñaron, les preguntamos “¿Cómo iluminaréis las salas de lectura?” y nos contestaron “¡Cómo sois los catalanes con estas cosas!” (risas). La luz en una biblioteca, que es de esas cosas má- gicas, es de vital importancia. Debe considerarse cómo iluminar el espacio de lectura y también las estanterías con los libros, que son básicas para la calidad de un lugar destinado a esta ac- tividad y ellos ni se lo habían planteado antes de preguntarles sobre este tema. Del mismo modo, cuando Rafael Moneo enseñó su museo de Mérida, le pregun- tamos qué especialista había escogido para la proyectar la iluminación artificial y contestó que no se le había ocurrido escoger a ninguno. Esto está cambiando así que la respuesta a la pregunta es un sí rotundo. Cada vez habrá más con- ciencia de la importancia de una buena iluminación artificial y muchos más profesionales especializados en esta materia. Sin esta ayuda, no podremos proyectar. Algunos de sus proyectos de ins- talaciones públicas, se caracteri- zan por los techos entreabiertos que dejan pasar la luz del sol a los espacios interiores creando sutiles juegos de claroscuros. ¿Cuál es la mejor manera de combinar ilumina- ción artificial e iluminación natural en un proyecto arquitectónico de gran envergadura? La primera norma es no intentar imitar la luz natural con la artificial. Por ejem- plo, en una oficina es difícil que todo el mundo trabaje con luz natural, por lo que hay que jugar con ambas luces. Es un tema delicado y complejo. Yo siem- pre tengo discusión con los técnicos. No hace falta que los fluorescentes que están cerca de las ventanas estén siem- pre encendidos, basta con iluminar sólo los puestos de trabajo que no tienen la luz natural. Aunque, todas estas suti- lezas significan menos gasto eléctrico por lo que las compañías eléctricas no están nada animadas a impulsarlas. A veces pienso que las normas de ilumi- nación han sido impuestas por ellas. Por ejemplo, en una oficina tiene que haber una determinada cantidad de luxes por metro cuadrado. Hoy en día el 90% de las personas trabaja con ordenador y tener demasiada luz encima de la pan- talla del ordenador es un inconveniente. Yo sólo tengo una luminaria que enfoca al teclado y al papel sobre la mesa y es suficiente para trabajar delante de la pantalla. Por tanto, esta norma es total- mente absurda. Pero... ¿la norma no debería res- ponder a necesidades funcionales probadas y estudiadas técnicamente? No siempre es así. Por ejemplo, otra norma que me enseñó Arnaud es que en un espacio publico, si el fondo al que te diriges está iluminado, no hace falta que todo el camino esté iluminado. Si hay algún obstáculo o algún peligro ya lo verás a contraluz. En cambio, todas estas sutilezas, la norma se las salta, ya sean de índole estéticas o lumínicas, las leyes siempre son simplificadoras y, por consecuente, incorrectas. Por ejemplo, la norma de no poder edificar a menos de 15 metros del mar. En planta tiene sentido, ¿pero en alzado?, ¿en vertical?, ¿encima de un risco?, ¿por qué no puedo edificar? Estas leyes, además, están hechas antes de la conciencia del ahorro energético. Obligar a que una oficina esté iluminada con una determinada cantidad de luxes enorme responde a que antes nos creíamos que la energía era eterna. Pero cuando iluminas inte- ligentemente puedes hacerlo con muy poca luz, con un consumo muy reducido. Si la pupila no se cierra, ves bien con muy poca luz. Aparte de que hoy en día hay muchas maneras de iluminar y la ley debería adaptarse a ellas. Es el ejemplo de la prohibición de la incandescencia de la que hablaba Ingo Maureer. Prohibir las bombillas de incandescencia es un exce- so. Una cosa es que no se permitan en algunos espacios pero, a nivel privado, si las compro yo, no tiene ningún sentido que nos prohíban su utilización. Prohibir siempre resulta peligroso. El oráculo de Delfos decía “Nada en exceso” y ésa es una premisa de hace 2.400 años que debería estar presente y llevarse a cabo hoy día. ¿Está la luz intrínseca en todas sus actividades profesionales? ¿Pien- sa en conceptos de iluminación a la hora de diseñar un mueble o de pintar un cuadro, por ejemplo? Si se trata de un mueble de exterior, la luz sólo está presente porque me preocupo en que no brille, en que no refleje el sol. En cambio, diseñando interiores o pintando cuadros, eviden- temente, la iluminación es protagonis- ta absoluta. Creo que esta especialidad se enseña poco en las escuelas de arquitectura. Yo he aprendido, sobre todo, con fotógrafos y escenógrafos y que creo que es básica. Debería ponerse más énfasis en el estudio aca- démico de esta disciplina. En su faceta como escritor, ¿tiene en mente escribir algún libro sobre iluminación en un futuro próximo? Es un tema que he tratado en algu- nos libros aunque no tengo ninguno dedicado especialmente a esta temáti- ca. Pero no digo que no lo haga. Creo que hay cosas que han salido en esta entrevista que un día estaría bien que las recopilara. Cuando uno escribe un libro, pone todos sus pensamientos en limpio lo que puede llevar unos 5 ó 6 años para confeccionarlo. No es sólo escribirlo, sino sacar las ideas para no repetirse continuamente en ellos. Pero lo cierto es que la luz me interesa mu- chísimo y tal vez acabe escribiendo un libro sobre este tema. ■ PROTAGONISTA|53