66|A FONDO indirectamente las temperaturas en los altos hornos: cuanto más blanca la luz que emiten, más alta la temperatura, que puede llegar a ser de 1500K. Asimismo, y sin ir tan alto, nos sirve el color de la luz invisible para medir la temperatura de los objetos a nuestro alrededor, inclusive de las diferentes partes de nuestro propio cuerpo, sin la nece- sidad del tradicional termómetro. En sectores tan diversos como la industria manufacturera, la cons- trucción, la medicina, las comunica- ciones, los servicios, la defensa, la vulcanología y la meteorología, los modernos termómetros se emplean para inferir la temperatura de su- perficie de un material mediante el análisis de la radiación emitida, sin necesidad de entrar en contacto con él. (Figura 4) Cabe mencionar que fue justa- mente el análisis termodinámico de las curvas de intensidad de la radiación térmica, como las re- presentadas en la Figura 3, lo que condujo al físico alemán Max Planck a postular en 1900 que esta ra- diación se intercambia entre los átomos del material por paquetitos de energía -los llamados cuantos de luz-. Puede decirse por ello que fue la investigación a fondo de la relación entre color, intensidad y temperatura lo que dio origen a la física cuántica, la que constituye el núcleo de la física contemporánea y de sus múltiples aplicaciones. Por su trabajo pionero en este cam- po, Max Planck fue galardonado en 1918 con el Premio Nobel de Física. El efecto de las palomas A manera de conclusión de nuestro relato, regresemos a la astronomía ahora en su versión más moderna. Recordaremos que durante la pri- mera mitad del siglo XX se dispu- taban los cosmólogos entre dos vi- siones sobre el origen del Universo: mientras unos sostenían la teoría del estado estacionario, según la cual el Universo siempre ha existido y se mantiene sin cambio aprecia- ble, otros apoyaban la teoría de la gran explosión (Big Bang), según la cual el Universo se inició con un evento extraordinariamente masivo hace miles de millones de años. Uno de los promotores de la teoría de la gran explosión fue el célebre físico y cosmólogo de origen ruso George Gamow, quien en 1946 -ya emigrado a los Estados Unidos- pre- dijo que de ser cierta esta teoría, debía existir una radiación fósil de fondo como producto de dicha explosión. Esta radiación de fondo, aunque muy débil y de bajísima temperatura, debía ser detecta- ble, según concluyeron en 1964 los astrofísicos soviéticos A. G. Dor- shkevich e I. D. Novikov, quienes sugirieron que la mejor antena en el mundo para detectarla era la que habían instalado los laboratorios Bell en Crawford Hill, Nueva Jersey,