actividad a horarios para los que no es- taba diseñado, y así hasta nuestros días, donde podemos encontrar actividad humana durante las 24 horas del día. Pero no es durante la noche lo que me interesa destacar, sino durante el día, cómo evoluciona la actividad humana Efecto anti-natura Si el hecho de que el ser humano des- cubriera la iluminación artificial implicó un cambio en las actividades humanas, cuando se sitúa a una persona en el interior de un espacio cerrado también podría considerarse como un efecto anti- natura. Al igual que muchas especies, toda su evolución natural se ha llevado a cabo en el exterior, en lugares abiertos. Es en el momento en que se le encierra en un espacio limitado cuando se rom- pen las condiciones del entorno, situán- dolo en un espacio que no es “natural”. Obviamente hace mucho tiempo que vivimos en sociedad, con construcciones y que no podríamos imaginar el vivir en otras condiciones que las actuales, pero también imagino que nuestro organismo tardará unos cuantos años en adaptarse a estas “nuevas” condiciones de vida. Nuestra visión ha evolucionado de una forma natural, el ciclo día-noche es el responsable de que hoy veamos de la forma que lo hacemos. Pensemos que entorno al 80% de lo que percibimos proviene a través de la vista. El hecho de que nuestro mecanismo de visión esté condicionado por la luz natural hace que debamos prestar atención a ella. La luz natural ¿Hemos pensado alguna vez cómo es la luz natural? ¿Qué características tiene? ¿Cómo nos afecta y condiciona? Según Wikipedia, “en unas condiciones óptimas con un día perfectamente claro y con los rayos del Sol cayendo casi per- pendiculares, las tres cuartas partes de la energía que llega del exterior alcanza la superficie. Casi toda la radiación ultra- violeta y gran parte de la infrarroja son absorbidas por la atmósfera. La ener- gía que llega al nivel del mar suele ser radiación infrarroja, un 49%; luz visible, un 42%; y radiación ultravioleta, un 9%. En un día nublado se absorbe un porcentaje mucho más alto de energía, especialmente en la zona del infrarrojo.” Cuando tratamos de definir un tipo de luz, podemos emplear varios paráme- tros para caracterizarla: Temperatura de color (Tc) Es un valor, medido en Kelvin (K), con el que nos hacemos una idea sobre la tonalidad de la luz. Se considera una luz cálida si la Tc está por debajo de los 3.500 K, neutra si está entre los 3.500 K y los 5.000 K y fría si está por encima de los 5.000 K. La tonalidad de la superficie del Sol está sobre los 6.000 K, lo que nos indica que la es una luz fría. Pero si prestamos atención, la luz va variando de tonalidad (Tc) a lo largo del día. En el amanecer o en el ocaso, la luz es muy cálida, prácticamente rojiza, mientras que a mediodía de un día soleado la luz es más fría. Y no digamos en un día nublado... Con esto podemos afirmar que la tempe- ratura de color a lo largo del día no es constante, sino que puede variar entre los 2.000 K (amanecer u ocaso) y los 10.000 K de un día muy nublado. Esta variación de la temperatura de color es debido a la atmósfera. A medida que la luz del sol atraviesa capas de la atmósfera va absorbiendo, reflejando o refractando la luz, hacien- do variar su tonalidad. Índice de reproducción cromática (Ra ó CRI) Se define como la capacidad de una fuente de luz que reproduce los co- lores. La luz solar, al emitir en todas las longitudes de onda del espectro visible, se considera que tiene un CRI máximo (100). Lo que ocurre es que al ir variando su temperatura de color, a determinadas horas del día, resal- tarán más unos colores que otros, dependiendo de la tonalidad de la luz incidente. A FONDO|63 Oficinas centrales iGuzzini Ibérica. MIAS Architects