Cuando hablo de eficiencia, no lo hago pensando exclu- sivamente en los lúmenes por vatio que son capaces de proporcionar. Podemos encontrar fuentes de luz capaces de ofrecer más de 150 lm/W, en luz blanca, y con una respuesta cromática buena. Pero, por otro lado, los sistemas ópticos que acompañan a estas fuentes de luz y permiten distribuir el flujo luminoso emitido por ellas hacia los espacios en que se necesita, contribuye de una for- ma notable a la eficiencia final del con- junto. Pero no debemos olvidar tampoco los equipos auxiliares, responsables de controlar el funcionamiento de la fuente de luz. Permiten regular prácticamente de una forma instantánea las condicio- nes de funcionamiento de ésta. Todo ello hace que el potencial de ahorro de las instalaciones de iluminación “anti- guas” sea muy elevado. A la hora de plantear la solución al proyecto y hacer los cálculos, muchas veces nos “olvidamos” de la luz natu- ral. Es cierto que el Código Técnico de Edificación (CTE), en el documento HE- 3: Eficiencia energética en iluminación, establece los criterios para conseguir maximizarla. Esto lo hace estableciendo unas directrices básicas: Por un lado, estableciendo el límite del Valor de Eficiencia energética en ilumi- nación (VEEI). Este parámetro indica cuantos vatios por metro cuadrado son necesarios para obtener 100 lux en el plano de trabajo. El CTE establece los valores límite de este parámetro, en función de la importancia del espacio iluminado y de las actividades que allí se realizan. Otro de los aspectos en los que incide es en el de limitar la potencia del con- junto lámpara más el equipo auxiliar. Existen drivers y equipos auxiliares que pueden llegar a consumir hasta un 25% de la potencia nominal de la lámpara, lo que implicaría un aumento del consumo energético sin mejora en las prestacio- nes. También exige el CTE que el proyecto incorpore un plan de mantenimiento con el objetivo de garantizar el nivel de ser- vicio de la instalación a lo largo de todo su ciclo de vida. Si se hicieran cálculos, se podría comprobar fácilmente que los costes de explotación (energía, mante- nimiento y reposición) son muy superio- res a los costes de instalación, por ello A FONDO|61 es importante seleccionar componentes eficientes y duraderos, ya que ello re- percutirá en los costes de explotación. Por último, otra de las exigencias del CTE tiene que ver con la aportación de luz natural. En función del tamaño y posición de las ventanas, de la orienta- ción del edificio y de otras construccio- nes que puedan obstaculizar la entrada de luz natural, establece una serie de medidas destinadas a regular el flujo luminoso de las fuentes de luz. Median- te sensores de presencia y movimiento, sensores de luz, programas horarios, etc. se trata de minimizar el consumo energético sin reducir las prestaciones lumínicas de la instalación. Estas son las directrices que marca el CTE-HE3 para maximizar la eficiencia energética de las instalaciones de ilumi- nación. Me gustaría centrar este artículo en la última, la que hace referencia a la aportación de luz natural. Como comenté en un artículo ante- rior, todos los seres vivos que habitan en nuestro planeta han evolucionado siguiendo el ciclo día-noche, regulando todo el organismo en función de ese ciclo. Cuando el ser humano descubre la iluminación artificial es cuando alarga su Robert Ramos/Fundació Privada Hospital de Sant Pau