están apenas encontrándose, si hablá- ramos metafóricamente son apenas recién conocidos aunque tienen res- ponsabilidades como de casados. Y lo digo porque en la realidad, la colabo- ración entre arquitectos y diseñadores de iluminación es algo incipiente. Me parece muy contrastante la actitud de ambas partes: los arquitectos expresan un gran interés por la luz y siempre te dirán que es un factor decisivo en la arquitectura pero son escasos los que están dispuestos a dedicarle un poco de análisis y presupuesto en sus proyectos; cuando hablan de la luz lo hacen incluso de forma poética pero la resuelven vien- do un catálogo de proveedor. Por otro lado, los diseñadores de iluminación no hemos tenido suficiente capacidad de poner en valor nuestra profesión, en eso estamos con colaboración de fabricantes y medios como ustedes pero aún nos falta mucho. Tenemos en las manos la materia prima más valiosa y a veces ni siquiera logramos que el arquitecto nos abra la puerta de su oficina. En muchos casos nos ven como asesores técnicos –un papel más adecuado para un ingeniero en ilumi- nación- por ejemplo cuando necesitan determinar ahorros de energía, y en otros nos ven como un asesor que le puede agregar glamour al proyecto al brindar soluciones estéticas ligadas solo a la imagen de una edificación. Des- afortunadamente, debe haber menos de un 5% de proyectos de arquitectura en los cuales se cuenta con un diseñador de iluminación como parte del equipo. En su estudio Ideas en Luz se decla- raran “apasionados por la luz”. De entre todos los proyectos realiza- dos, ¿cuál ha sido más complicado a la hora de plantear el diseño de iluminación y por qué? Me gusta más la idea de complejo que la de complicado. El segundo término me refiere a situaciones que por alguna razón no se planearon adecuadamente y se toman más tiempo y recursos de lo que debería utilizar, esto en el te- rreno operativo. Lo complejo tiene un grado de belleza y mucho de interés. Particularmente la iluminación de los museos tiene esta característica por las circunstancias en las que se da y por la naturaleza de lo que se está iluminan- do. El museo es un espacio donde se vive una experiencia intensa y ésta es básicamente visual. Es el lugar para ir a ver cosas y donde las llamadas tareas visuales toman un nivel superior. No sólo se trata de ubicar el espacio, leer, percibir colores o texturas. En el museo se admira, se descubre y se establece una relación –emocional a partir de lo visual– con la obra expuesta. Por otra parte, es casi imposible planear lo que sucederá en un espacio de exhibición. Es posible contar con planos de ubica- ción, listas de obra, guiones temáticos... pero cuando finalmente la obra está en su sitio y se pone en marcha la ilumina- ción, ocurre una magia muy especial. Es un privilegio participar de uno de estos proyectos, la experiencia es única. Iluminación arquitectónica, mo- numental, museística, comercial... ¿Cuál le gusta más y por qué? La respuesta obvia es que todas me gustan porque cada una presenta sus propios retos pero sí hay algo particular en la iluminación de los museos que me atrae mucho, esto es el contacto con el patrimonio ya sea artístico, histórico e incluso científico y lúdico, porqué no. Hace un par de semanas tuve la opor- tunidad de colaborar con una artista PROTAGONISTA|45