Con el nombre de centros comerciales identificamos los espacios surgidos, preferentemente, en la periferia de las ciudades, que de forma genérica en la literatura anglosajona se identifican como malls. Espacios que en muchas ocasiones surgen como resultado de estudiadas planificaciones urbanas y que configu- ran una nueva lógica en la distribución de las funciones y/o roles económicos. El nombre de “centro comercial” utiliza dos términos que aparejan confusión, ya que de una parte estos espacios se sitúan más en la periferia que en el centro urbano, adquiriendo, esto sí, un nuevo rol de centralidad, y su función va más allá de la típica de compra-venta asociada al término comercial ya que las actividades de ocio adquieren un importante peso específico y se establece una fuerte interrelación entre las actividades co- merciales y ocio que funcionan recí- procamente como pretexto quedando fuertemente asociadas. Diferentes estudios y análisis esta- blecen entorno a estos nuevos espa- cios de relación, espacios post-moder- nos de ocio y consumo, términos que permiten acercarnos a su concepción- definición: microciudades, naves espa- ciales, lugar fortificado, lugar de culto, templo de consumo, vientre femenino, universo del engaño, símbolo de mo- dernidad-posmodernidad. En cualquier caso se trata de un fenómeno que trasciendo la dimensión mercantil y se sitúa en la simbólica. Muchos son los analíticos y los investigadores que se han dedicado al estudio del fenómeno. Jeremy Rifkin, sociólogo, economis- ta, escritor, asesor político y económi- co, investiga el impacto de los cambios científicos y tecnológicos en la econo- mía, la fuerza del trabajo, la sociedad y el medio ambiente. Según Rifkin nos encontramos en una nueva era, la del acceso, que sus- tituye a la del mercado y los actores cambian: Mercado – Redes; Propiedad – Acceso; Vendedores – Proveedores; Clientes – Usuarios; Ética del trabajo A FONDO|63 – Ética del juego; Geografía – Cibe- respacio; Propiedad física – Propiedad intelectual. Existe un desplazamiento lento, pero imparable de una era en la que el intercambio de la propiedad desem- peñaba el papel clave en la economía a una nueva donde la adquisición de experiencias de vida resulta ser una auténtica mercancía. La plaza pública como bien común, espacio de comunicación, de expe- riencias compartidas, de actividades, desaparece. Una mercancía más El punto de encuentro de la cultura, donde esta crecía y se reproducía, desaparece; y es el centro comercial quien aloja, y recluye, las nuevas acti- vidades convirtiéndolas en una mer- cancía más, la cultura existe en forma de experiencia mercantilizada. Los centros comerciales, analiza Rifkin, se convierten en lugares don- de adquirir el acceso a experiencias (clases, espectáculos, exposiciones,