26 Cuando la constante es el cambio “There is a curse. They say: May you live in interesting times.” Terry Pratchett, Interesting Times Roberto López Navarro, Director Sector Financiero de Secure e-Solutions de GMV Una breve introducción El sector nanciero vive tiempos interesantes. Como sector, siempre ha sido peculiar. Un entorno en el que las tecnologías, los procesos y las personas se entrelazan como en ningún otro. Y al mismo tiempo, un entorno enormemente regulado, en donde la exibilidad sobre qué y cómo hacer las cosas está sujeta a estrictas reglas que tienen como objetivo salvaguardar la estabilidad del propio sector, así como a los consumidores. El sector nanciero ha sido capaz de adaptarse (algunos dirían gene- rar) a los grandes cambios que hemos ido experimentando como sociedad, convirtiéndose en un motor de innovación. Los primeros ordenadores que salieron de los centros militares fueron a parar a las sedes de las grandes compañías nancieras (¿o fue al revés?). Y a partir de ahí, el resto es historia. La sustitución de los registros escritos por los registros electrónicos, la automatiza- ción de procesos, la conexión entre sedes y redes de sucursales, la aparición de los medios de pago electrónicos, los autoservicios nan- cieros, la banca electrónica, la banca móvil.... Y toda la industria que ha generado de consultoría, ingeniería, integradores, fabricantes, proveedores de servicio, etc. Y al mismo tiempo, el sector nanciero ha tenido que crecer, consoli- darse, internacionalizarse, adaptarse a crisis nancieras y económicas de todos los colores, así como a los cambios sociales que han transfor- mado a sus clientes, desde los abuelos que todavía quieren actualizar sus cartillas, hasta las nuevas generaciones que jamás pisarán una sucursal bancaria y cuya interacción se reduce a los medios electrónicos. La constante del cambio Las entidades nancieras, que junto con las grandes empresas de ser- vicio eran las “propietarias” de millones de clientes, han visto, no sin recelo, como pequeñas empresas nacidas en garajes en un rincón per- dido de la Bahía de San Francisco se convertían en gigantes con miles de millones de usuarios.