Opinión María José de la Calle, Cofundadora, directora de Comunicación & Analista Senior de iTTi mjdelacalle@ittrendsinstitute.org La adicción a la máquina Nuestra 'adicción a la máquina' no pretende hacer referencia a la dependencia de todo tipo de dispositivos personales que actualmente padecemos, sino a la necesidad que sentimos de confiar en las máquinas para extraer conclusiones, dada su mayor rapidez para alcanzarlas. Una celeridad que nos ofrece respuestas de manera casi inmediata; pero que, no obs- tante, se antoja insatisfactoria, a la vista de nuestro permanente deseo de dotar a las máquinas de una mayor velocidad. La evolución de las máquinas ha traído muchos beneficios a la humanidad, pero también algunos perjuicios cuando se han utilizado de manera inapropiada. El tiempo transcurrido desde que se inventa una máquina hasta que la sociedad adopta su uso de forma generalizada, se hace más corto cada vez. De tal modo que no da tiempo ni a conocer los riesgos de dicho uso ni a adoptar las medidas para mitigarlos. Medidas tales como fabricar la máquina de forma correcta, o producir, ordenadamente, el cambio de costumbres que, pre- sumiblemente, requiera el referido uso. Cuanto más utilizamos las máquinas, más les pedimos que ha- gan para nosotros, entrando en un bucle sin fin y carente de la oportuna reflexión. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE) define ‘máquina’(1) como ‘artificio para aprovechar, dirigir o re- gular la acción de una fuerza’, como primera acepción. Hoy, que tanto se habla de las [r]evoluciones tecnológicas (in- dustriales), cabe segmentar, también en etapas la evolución de las propias máquinas. Las primeras máquinas construidas por el hombre constituían una suerte de continuación de su propio cuerpo que permitían multi- plicar, regular o dirigir la fuerza de sus músculos. Estas máquinas estaban ‘unidas’ físicamente a la persona que las manejaba. Posteriormente, a estas mismas máquinas se las dotó de cierto grado de autonomía, al incorporarles motores, y en lugar de transformar y multiplicar la energía de los músculos, ejercían 10 su propia fuerza transformando otros tipos de energía, como la generada por el vapor, la eléctrica o la derivada de los com- bustibles fósiles. Con la aparición de la informática, las nuevas máquinas -los ordenadores y todo tipo de dispositivos computarizados- tuvieron la habilidad de procesar datos, datos ‘a lo grande’, lo que, vol- viendo a la definición del DRAE, suponía nuevamente amplificar la ‘fuerza’, o la capacidad, de otro órgano humano: el cerebro. Esas nuevas máquinas pueden servir como calculadora -hace ya mucho que no se necesita calcular de memoria o hacer una cuenta en un papel-, como repositorio de información -las enciclopedias están digitalizadas-, como agenda de contactos y recordatorios -ya no se necesita acudir a la memoria para acordarse de una cita apuntada no se sabe dónde-, y así un largo etcétera. Asimismo, con los ordenadores, se ha multiplicado la información generada y almacenada. A su vez, los propios ordenadores han aumentado su capacidad para tratar dicha información, pero no a la misma velocidad que la producen. Recuerde que los datos, por sí solos, no significan nada; hay que darles un contexto en el cual cobren significado. De hecho, hoy hay tantos datos que es humanamente impo- sible, en muchos casos, poder clasificarlos y extraer de ellos información significativa para un determinado fin. En principio, una misión atribuible a nuestro propio cerebro; pero que resulta muy lento para la cantidad de datos a los que ha de enfrentarse. Si malo es no tener suficientes datos, una gran cantidad de ellos lleva al mismo destino: la imposibilidad de obtener una información útil en un tiempo razonable. Tal vez por eso a las máquinas se les pide cada vez más. El tratamiento por parte de aquellas de la inmensa cantidad de datos que actualmente producen las personas y los objetos (otras máquinas), sirve, entre otras cosas, para calcular patrones y correlaciones estadísticas, que pueden ayudar a establecer comportamientos futuros y contribuir a la toma de decisiones. En suma, como se apuntaba al principio, a ‘extraer conclusiones’.