Impacto del comportamiento de los consumidores en el desperdicio de alimentos Uno de los principales factores de la lucha contra el desperdicio de alimentos es cambiar el comportamiento de los consumidores y hacer que adopten una actitud más eficiente, dejando atrás la mentalidad actual de usar y tirar. En Norteamérica y Europa, el desperdicio de alimentos oscila entre 95 y 115 kg al año por consumidor, mientras que el consu- midor del África Subsahariana, sur y sudeste asiático desperdicia únicamente entre 6 y 11 kg al año. En términos monetarios, las pérdidas y el desperdicio de alimentos ascienden a unos 680.000 millones de dólares en los países industrializados, y 310.000 millo- nes en países en vías de desarrollo. Nos encontramos en medio de una crisis de desperdicio de alimentos y el mundo entero debe actuar ya para revertir sus 77 consecuencias antes de que sea demasiado tarde Son varios los elementos en juego en este problema. Uno de los que se cita con más frecuencia es que las sociedades más acomodadas son las culpables de crear una cultura de consumo basada en la idea de usar y tirar que es testigo de cómo se desechan más de 50 millo- nes de toneladas de fruta y verdura fresca en toda Europa cada año, a menudo debido a que se considera que un producto no es suficien- temente atractivo a simple vista. Con frecuencia se culpa a los supermercados de tolerar el desperdi- cio de alimentos debido a la gran cantidad de alimentos no vendidos que podrían redistribuirse en lugar de desecharse, debido a las fechas estimadas de ‘consumo preferente’ que se aplican a produc- tos que, en muchos casos, podrían seguir consumiéndose sin ningún problema para la salud. Esta cuestión también se debe a la actitud de los consumidores; si el supermercado ha establecido que una fruta o verdura ha superado su fecha límite de venta, es más que probable que acabe desechán- dose, a pesar de que pueda seguir siendo apta para el consumo. Los procesos de redistribución de productos descartados a bancos de alimentos o personas necesitadas no son siempre los más ade- cuados. En una valiente y muy bien acogida medida tomada en 2016, Francia se convirtió en el primer país en prohibir que los supermerca- dos desechen los alimentos no vendidos y obligarlos a donar dichos productos a organizaciones benéficas y bancos de alimentos. Desde entonces, Italia ha aprobado una ley parecida, en la que se facilita que las empresas puedan donar los alimentos no vendidos, y Australia ha establecido una serie de objetivos para lograr reducir a la mitad el desperdicio de alimentos en el año 2030. Dinamarca, Corea del Sur y Dubái también están adoptando medidas para luchar contra las enor- mes cantidades de alimentos desperdiciados que generan. El requisito o deseo de frescura desempeña un papel fundamental en las culturas del usar y tirar que imperan tanto en los supermerca- dos como en los consumidores. No obstante, el Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) podría constituir una posible solución a este problema mediante una tecnología de sensores que midiera en cualquier momento distintos parámetros de calidad de un producto. SMART FOOD