editorial David Pozo Sólo nos falta ser optimistas... La fina línea que separa el considerar un vaso medio lleno o medio vacío depende principalmente de quien lo observa, y estoy de acuerdo con ustedes que con la que está cayendo es difícil pensar en que este año vaya a ser positivo. Pero creo que no nos queda otra que intentarlo. A no ser que queramos pasar otro año en blanco, como el pasado, cuando la falta de presupuestos y de gobierno hizo que no se tomasen las medidas oportunas para paliar una crisis en nuestro sector que se veía venir. El Coronavirus nos ha pillado en medio de las centenares de protestas que todos los agricultores ha- bían preparado por toda España para hacer escuchar su voz. Hasta en Canarias están protestando, decían algunos. Las primeras medidas a nivel nacional ya se han tomado y no debemos dejar ahora que los efectos del Coronavirus nos hagan retroceder el terreno ganado en las últimas semanas. El sector agroalimenta- rio, y todos los que dependen de él, merecen una renta justa y que la producción fruto de su trabajo sea valorada adecuadamente. No valen parches, ni patadas hacia adelante... Ahora es el momento de actuar, y más cuando se está decidiendo el presupuesto europeo para el próximo sexenio. Que el contexto no es el mejor para exigir, seguramente, pero el sector agropecuario lleva demasiado tiempo pagando las consecuencias, ahora les toca a otros. En el terreno de la maquinaria, donde los últimos meses las estadísticas acompañan precisamente los números rojos de la renta agraria, no quiero dejar de referirme a FIMA. Un gran número de ex- positores analizan con detalle en 16 páginas lo que ha sido para ellos la gran feria bienal de la ma- quinaria agrícola. Y la respuesta no ha podido ser más positiva. A pesar del ambiente en el sector y con el Coronavirus a sus puertas, FIMA volvió a reafirmarse como gran punto de encuentro para una industria que sigue apostando por la innovación. En estas líneas me gustaría reafirmar que el éxito es consecuencia del gran trabajo realizado por todos los actores que intervienen en ella, empezando por la organización, pero que a su vez hemos de ser conscientes de que todos los que la apreciamos hemos de cuidar de ella para que siga sobreviviendo con fuerza. La experiencia en sus pasillos ha de ser completa, tanto para expositores como para visitantes, y por eso hemos de pedir a la organización un mayor esfuerzo en darle a FIMA la visibilidad y el carácter internacional que merece. El salón ha de convertirse en el altavoz de la agricultura mediterránea, y para ello se deben tomar las decisiones y realizar las inversiones necesarias. Que los cambios que lleguen no nos cojan desprevenidos...