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“Nada puede crecer indefinidamente en un mundo finito. El consumo energético tampoco”

Entrevista a Marcel Coderch, ingeniero de Telecomunicaciones y experto en energía, sostenibilidad y crecimiento económico

Esther Güell29/04/2011

29 de abril de 2011

La energía nuclear es un mundo en sí mismo. Arropada por países europeos de la talla de Francia o Alemania, y tras recuperarse de un accidente, el de Chernobil (Rusia), del que todavía hoy día desconocemos muchos datos, ha sufrido de nuevo un revés. Fukushima (Japón) ha abierto de nuevo la llaga y encendido todas las alarmas sobre el peligro de la nuclear. Sin embargo, a su alrededor se mueven muchos intereses que hacen que el debate nunca llegue a plantearse en serio, tal como señala Marcel Coderch, doctor por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y vicepresidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Secretario de la Asociación de Estudios de Recursos Energéticos, experto en energía, sostenibilidad y crecimiento económico, es una persona bien informada, contraria a la proliferación de la energía nuclear pero también del consumo descontrolado. Y es que el tema levanta pasiones.
Ante un café y una agua de Vichy, Marcel Coderch repasó la situación generada en Fukushima, desgranó cómo afecta este accidente a la energía nuclear y se mostró inflexible en un detalle: “tenemos que aprender a ser felices con menos”. Difícil, con tantos escaparates ante nuestras narices. Pero no imposible.
Coderch tiene claro que lo ocurrido en Japón, provocado por la pérdida de energía eléctrica para refrigerar el reactor...
Coderch tiene claro que lo ocurrido en Japón, provocado por la pérdida de energía eléctrica para refrigerar el reactor, “puede pasar en cualquier planta nuclear”.

Antes de nada, una pregunta de rigor. ¿Fukushima era un accidente anunciado, con centrales situadas en una zona de peligro sísmico y de tsunamis, a pie del océano?

Es evidente que si en algún país del mundo no se deberían construir plantas nucleares es en Japón, por su propia geografía; la isla en sí misma es el resultado del choque de dos placas tectónicas y ahí siempre habrá mucha actividad sísmica. Es cierto que los japoneses, sabiéndolo, desarrollaron una tecnología quizá mejor que la de otros países, para construir edificios resistentes, y creían que lo habían logrado. Pero este nivel de seguridad se ha visto superado, entre otras cosas, por el tsunami que se produjo. Aunque es cierto que no ha sido el terremoto la causa del accidente, sino que ha sido una cuestión indirecta. Lo que provocó el accidente fue la pérdida de energía eléctrica para refrigerar el reactor y eso puede pasar en cualquier planta nuclear. Quizá no por terremotos o tsunamis pero sí por cualquier otra incidencia: un ataque terrorista, un accidente de avión, que caiga la red eléctrica por algún imprevisto y no se pueda restablecer. La posibilidad existe.

¿Y no está previsto, qué hacer en este caso?

No. Existen unos ‘criterios básicos de diseño de las centrales nucleares’ que hacen referencia a todo lo que el diseño de una central debe contemplar. Pero entre estos criterios no hay la posibilidad de pérdida total de energía eléctrica durante días. Porque lo cierto es que normalmente las centrales tienen generadores diésel de emergencia y baterías que aguantan ciertas horas, pero días sin luz, no está previsto. Es un hecho que se consideraba tan, tan, tan improbable que no se tuvo en cuenta a la hora de diseñar ninguna central. Y eso es precisamente lo que la UE quiere ahora revisar.

Lo improbable, por imposible que parezca...

Sí, es un cisne negro. En Europa, durante muchos años se creyó que los cisnes eran todos blancos. Hasta que un explorador holandés llegó a Australia y descubrió que existían cisnes negros. Desde entonces, cuando una cosa que se creía imposible se produce, se denomina un cisne negro. Éste es uno de ellos.

¿Cree que este accidente puede frenar la proliferación nuclear, sobre todo en países como Alemania o Francia?

Estoy seguro de ello. No sé durante cuánto tiempo ni con qué profundidad. Pero la conmoción ha sido importante. De momento hay países que han parado los planes, aunque tampoco es que hubiera tantos. Sólo se estaba estudiando seriamente en China, Rusia y algún otro. Pero sin duda el más afectado será el propio Japón. Ahora tiene el 30% de su energía procedente de la nuclear, y en 2020 tenían un previsto llegar al 50%, y empiezan a oírse voces contrarias a este plan.

Japón, de hecho, dependía mucho de la nuclear

Bueno, un 30%. Existen media docena de países que general el 75% de la electricidad nuclear: EE UU, Francia, Rusia, Japón, Alemania y algún otro. Está muy concentrado, pero a nivel global, la nuclear sólo genera el 13% de la electricidad consumida en todo el mundo, lo cual supone el 3% de la energía final que utilizamos. Ahora bien, existen países, como Francia, que el 78% de su electricidad, no de la energía, proviene de la nuclear. Japón, el 30% y Cataluña, para compararla, más del 40%. Son los países que podrán tener problemas si realmente se lleva a cabo una evaluación a fondo de qué hay que hacer para hacer las instalaciones más seguras. Porque al final, todo es cuestión de dinero. Si ahora llegamos a la conclusión de que no se pueden tener los generadores diésel al lado de la central por seguridad y ello comporta tener que llevar luz a las instalaciones mediante líneas específicas, eso supone un problema de costes y las centrales nucleares ya tienen un problema de costes por sí mismas. Si a ello se añaden más costes, cada vez son menos competitivas.

“Es todo cuestión de costes: una central suficientemente segura es antieconómica y una central económica no es lo bastante segura”

Francia, un caso especial

La explicación de por qué Francia está tan nuclearizada hay que buscarlo en el final de la Segunda Guerra Mundial. Como parte de los países vencedores, no quiso quedar por detrás de otros como EE UU o Gran Bretaña, de modo que el General De Gaulle apostó fuerte por ella, influenciado por el sobrino de Marie Curie, que había también formado parte de la Resistencia y que defendía que el país galo tuviera una fuerza de Estado que le permitiera, energéticamente, ser independiente. Ello propició que se desarrollaran reactores de plutonio —inicialmente para las bombas— que luego se reconvirtieron para producir electricidad. Y, en 1973, cuando la primera gran crisis del petróleo, en Francia se popularizó una cita: “No tenemos carbón, no tenemos gas, no tenemos alternativa”.

Fue entonces cuando el Estado francés llevó a cabo una serie de planes quinquenales: cada 5 años se construirían 6 centrales nucleares, independientemente del mercado, de los costes... Pero se equivocaron en la planificación e hicieron más centrales de las que necesitaban. Por eso ahora la venden a cualquiera que quiera comprar, por la sobreproducción que tienen. Incluso impidieron que las calefacciones de las viviendas fueran de gas, obligando a que fueran eléctricas. Ahora, sin embargo, se encuentran con que el 75% de las calefacciones son eléctricas y, en puntas de frío, no basta con la producción de las centrales nucleares francesas y deben comprar electricidad fuera, en Italia por ejemplo, con el coste que ello supone.

Francia ha hecho de la tecnología nuclear parte ideológica, parte de la identidad francesa, y ahora están intentando vender esta tecnología, a modo de comercio exterior.

Quizá por ello han sido los más críticos con el accidente de Fukushima: quieren vender su tecnología, que aseguran es mucho más segura, pero que también es más cara y por eso no tenía mercado. Ahora bien, es una cuestión de costes. La seguridad 100% no existirá nunca, pero sí se puede llegar al 99,99999% pero a base de invertir e invertir. Entonces llegamos a un punto en que las centrales no son competitivas: una central suficientemente segura es antieconómica y una central económica no es lo bastante segura.

El accidente nuclear ocurrido en Fukushima ha reactivado el debate sobre la energía nuclear y sus alternativas
El accidente nuclear ocurrido en Fukushima ha reactivado el debate sobre la energía nuclear y sus alternativas.

Tras este accidente, ¿qué argumentos les quedan a los defensores de la nuclear?

Que se necesita energía. Y es verdad. Lo que ocurre es que si hacemos números, ni con las nucleares se podría cubrir toda la demanda. Su propuesta pasa por duplicar, incluso triplicar, el número de reactores hasta 2050. Pero con el incremento de la demanda que se prevé, resulta que la nuclear podría cubrir, como mucho, el 20% de ésta. Y cubrir en 20% de la electricidad no es una contribución significativa a la hora de resolver los problemas energéticos que tenemos. ¿Cómo cubrimos el 80% restante?

Lo que ellos no quieren es morir, y si no se construyen centrales nuevas, esto es lo que les ocurrirá.

De hecho, algunos estados, como el español, se planteaban alargar la vida útil de algunas centrales...

Sí, y el accidente de Fukushima hará que se lo replanteen. Además, la mayoría son centrales construidas hace más de 40 años, así que es obvio que no tienen los sistemas de seguridad actuales, con lo que alargar su vida útil no sería nada fácil.

Fukushima ha hecho que los detractores de la nuclear ganen terreno y nadie quiere una central al lado, pero necesitamos energía. ¿No es un poco hipócrita comprar electricidad a centrales que no queremos en casa?

En primer lugar hay que puntualizar que el Estado español no comprar electricidad. La vende. Desde hace 4-5 años que ya no importa. Ahora somos exportadores. Lo que sí es verdad es que comercializamos con electricidad procedente de las centrales francesas. Es decir, una empresa, Red Eléctrica, compra electricidad a Francia y la vende a otros países, como Portugal o Marruecos. Por lo tanto, nosotros no dependemos de la nuclear francesa.

Ahora bien, por otro lado, es cierto que tenemos los reactores franceses a unos 200 kilómetros, más o menos la distancia entre Fukushima y Tokio. Parece una distancia de seguridad suficiente, aunque no se puede saber nunca porque ante un escape radioactivo, no se sabe cómo se comportarían los vientos.

¿Una salida para este sector podría ser la energía nuclear de fusión?

Podría, pero a largo plazo. Hay que tener en cuenta que la tecnología actual tiene una serie de problemas muy derivados de su origen militar, ya sean la seguridad, los residuos, etc. Esta tecnología, como tal, no tiene futuro. ¿Significa eso que ninguna energía nuclear tiene futuro? No. Ojalá llegáramos a diseñar un reactor seguro, económico... Sería fantástico que se pudiera desarrollar la nuclear de fusión. Pero debemos tener los pies en el suelo: hoy por hoy no sabemos generar energía por fusión gastando menos energía de la que se genera. El proyecto Iter tiene como objetivo demostrar que tecnológicamente es viable producir más energía de la consumida, pero esto se demostrará de aquí a 20-25 años, con suerte. Y, si lo demuestran, pasará tiempo hasta que se pueda construir un reactor que se pueda comercializar. No conozco a nadie realista que considere que podemos lograr un reactor de fusión comercial operativo antes de finales de siglo. Y los problemas los tendremos mucho antes. Debemos seguir trabajando en ello, y dedicando parte de los recursos económicos al proyecto, pero no podemos jugarnos el futuro dando por supuesto que tendrá éxito. En todo caso, además, necesitamos encontrar soluciones a mucho más corto plazo.

Por lo tanto, ¿es una oportunidad para las renovables?

Totalmente. Pienso que este caso vuelve a ponerse sobre la mesa que si la nuclear tiene un futuro incierto.... ¿Qué nos queda?. Tenemos lo que ha tenido siempre la humanidad. Y, pese a que hay quien ha iniciado un debate sobre el precio de las renovables, hay que ir a la raíz del problema. Y éste es que las renovables no son caras, las fósiles son demasiado baratas. El mercado está montado de modo que el precio que pagamos no tiene en cuenta el coste de la reposición de los recursos fósiles. Barril que gastamos, barril que no se repondrá. No contamos qué costaría volver a llenar un pozo de petróleo, un hecho que, además, no se producirá. En cambio, las renovables se regeneran, no agotamos el viento ni el Sol. El coste, la medida que se debería tomar de base para valorar el precio de la energía, debería ser el de las renovables. Debemos montar una sociedad basada en este coste. Lo más barato posible, claro, pero basándonos en esta medida de referencia.

El problema es saber por cuál optar. ¿Qué renovables deben conformar el mix energético de España?

Es evidente que debe ser un mix forzosamente, y que deberá también tenerse en cuenta el gas durante largo tiempo. Los sistemas energéticos no cambian de un día a otro. Debemos entender hacia dónde queremos ir y que tardaremos 40-50 años en llegar. Y no tomar decisiones coyunturales. Necesariamente, este mix tendrá que ser variado, aprovechando las ventajas de cada caso, combinando eólica, biomasa, solar térmica y, en algunos casos, poniendo en marcha las centrales de gas, por ejemplo por las noches.

Lo cierto es que sería muy interesante encontrar sistemas de almacenaje de energía. Si existieran, no tendríamos problemas de abastecimiento: la solar, por ejemplo, sí, es muy dispersa, pero con la cantidad que llega a la Tierra, sólo con un 1% de ello tendríamos suficiente. Pero deberíamos poder recogerla allí donde irradiara y después suministrarla donde fuera necesario.

¿Y qué porcentaje de las necesidades energéticas se podrían llegar a cubrir con las renovables?

He visto estudios, como los de la Universidad Pontificia, que plantean incluso el 100% en 2050. De momento, el 20% en 2020. No podemos pasar de 0 a 100 en poco tiempo. Pero el proyecto 20-20-20 implica varias cosas. Por ejemplo, reducir el consumo un 20%, hay que entender que tenemos que llegar a un límite, y no rebasarlo, y que el 20% de la energía, no la electricidad, provenga de las renovables. Sin olvidar que establece también la reducción de un 20% de las emisiones. Es un primer objetivo, que costará asumir pero que habrá que cumplir en los próximos 10 años. Las cosas no se pueden dejar para de aquí a 40 años. El sistema climático de la Tierra tiene una inercia muy grande y con lo que hemos hecho hasta ahora, la temperatura ya aumentará 2-3 grados.

Ahora bien, repito, existen estudios que plantean un sistema eléctrico 100% procedente de las renovables, en 2050.

Marcel Coderch ve factible un cambio de modelo energético en los próximos años, pero para ello será necesario un cambio de mentalidad...
Marcel Coderch ve factible un cambio de modelo energético en los próximos años, pero para ello será necesario un cambio de mentalidad. “Si no entendemos que no podemos continuar con consumo actual, no hay solución”.

¿Y lo ve factible?

No lo sé. Pero pienso que es posible porque nadie de los que dicen que no puede ser especifica qué es, exactamente, incorrecto en el planteamiento. Nadie arguye qué datos no son posibles, qué cifras no se pueden cumplir o qué condiciones son inviables. Ello me induce a pensar que sería posible. Pero claro, supondría un cambio revolucionario en todo el sistema energético y que las empresas que hoy cortan el bacalao funcionaran de otro modo. En vez que hacer grandes centrales concentradas habría que apostar por mucha renovable distribuida, que las redes fueran inteligentes... No puede ser como hoy que no sabemos que producir electricidad a las 12 del mediodía es tres veces más caro que hacerlo las 12 de la noche.

Implicaría también un cambio en el modelo de negocio de las eléctricas... Factible lo es, otra cosa es que no les guste.

No deja de ser paradójico que España haya sido puntera en el desarrollo de las renovables y dependa aún tanto de las convencionales. ¿Cómo ha podido perder la ocasión?

Han jugado varios factores. Primero, han sido víctimas de su éxito. Las renovables se han desarrollado mucho, más de lo que se podía imaginar. Y Red Eléctrica ha hecho un buen trabajo integrando la eólica. ¿Qué ha pasado? Que durante tiempo se construyeron muchas centrales de gas, cuyos planes de amortización preveían que funcionaran 4.000 horas al año. Pero resulta que como hay mucha renovable, las centrales de gas sólo funcionan un 25% de lo previsto. Este sector ha sido uno de los más críticos con las renovables, básicamente porque buscan que no se instalen más. Si se llevan a cabo más instalaciones de energías renovables, su situación será todavía más grave.

Por otra parte, existe una contradicción en el sistema energético español: teóricamente está liberalizado pero en la práctica no es así. Y ello comporta que ni tenemos las ventajas de un mercado libre, donde son el mercado y las empresas las que dictan las normas, ni las de un sistema estatal y controlado. ¡Incluso quieren incentivar el uso de carbón nacional, que es de muy mala calidad!.

¿Cree que la clase política está preparada para un debate a fondo, más allá de las banderas, para abordar este tema seriamente?

Creo que el problema es el horizonte con el que se trabaja. El tema energético es una cuestión de 40-50 años y los políticos normalmente trabajan con un horizonte mucho más a corto plazo. Además, también se mezcla mucha ideología. Y no solamente entre los antinucleares, también entre los pronucleares. Se habla mucho de hacer un pacto energético y de debatir, pero por mi experiencia, al menos en cuanto a renovables y nuclear, lo cierto es que cuando se ofrece un debate serio, con datos y cifras, los pronuclear se echan atrás.

Pero sí se han hecho... Cuando José Montilla era ministro de Industria se organizó un encuentro para hablar del futuro de la energía nuclear en España, en el que participé. Estaban desde políticos a representantes de las eléctricas. Todos presentaron su punto de vista pero tampoco se llegó a ninguna conclusión ni se sentaron las bases de nada.

Otro ejemplo: nunca, en el Parlamento francés, se ha debatido sobre la nuclear. Lo dejan en manos de los ingenieros de minas y nadie cuestiona sobre la conveniencia o no de construir tantas centrales.

Para hacer un debate serio haría falta poner todos los datos sobre la mesa y analizarlos. ¿Queremos nuclear? Plantear qué hacer con los residuos, las centrales obsoletas, etc. ¿Combustibles fósiles? Afrontemos los costes de explotación y la no regeneración de lo que ya hemos consumido. Y luego dejar que la gente decida a través de sus representantes en el Parlamento. Sería una manera más democrática.

¿Está la sociedad preparada para este debate? ¿Tiene suficiente información?

Ese es otro tema. Existen muchos lobbies y cada uno defiende su pequeña parcela. Unos tienen mucho dinero, otros menos. Vuelvo a repetir, por eso se supone que tenemos un sistema de representación que debería solucionar estos temas. En la teoría, claro.

Pero requiere un cambio de mentalidad y de consumo...

Sí, eso por encima de todo. Sin este cambio, no hay solución. Los que digan que haciendo A o B podremos seguir malgastando como hasta ahora, mienten. Pueden existir varias soluciones y el mix energético puede tirar más para un lado u otro, pero sin limitaciones, sin aceptar que las cosas tienen un límite y que debemos aprender a vivir con esta limitación, no hay solución.

Y todos deberíamos hacer un esfuerzo para comprender que lo que ha ocurrido durante los últimos 100 años no puede seguir pasando en los próximo 100.

Hace 100 años en las zonas rurales se iluminaban aún con luces de carburo y la gente que veraneaba lo hacía cerca, no en el Caribe. En los últimos 70 años han cambiado tanto las cosas que hemos creído que podrían seguir igual, gastando y gastando, y no puede ser. Debemos entender que se puede vivir dignamente pero con un consumo responsable.

Son temas que debemos replantearnos. Pero especialmente un concepto básico: el propio concepto de progreso. En los siglos XIX y XX el concepto progresar era ir a más: coches más grandes, vacaciones más lejos... Ahora progresar será al revés: ser capaces de satisfacer nuestras necesidades con menos recursos. A medida que seamos capaces de ser felices con menos, más progresaremos.

El mundo no se puede permitir que los niveles de consumo que alcanzó nuestra sociedad se extiendan al resto del planeta. Y no podemos decir a los países emergentes que no pueden hacer lo que hacemos nosotros. Entre todos debemos encontrar un modo de vivir bien pero reduciendo el consumo.

Para terminar, ¿qué hace falta para impulsar este cambio y aupar a las renovables?

En mi opinión, vivir un sobresalto importante, pero no desastroso. Por ejemplo, estar dos semanas en que los camiones no puedan llegar a Barcelona para abastecer a la ciudad. Las personas se darían cuenta hasta qué punto todo lo que tenemos pende de un hilo y que, o nos lo tomamos en serio y nos replanteamos el consumo, o no saldremos de ésta. Que sea un toque de atención, una sacudida importante, que abra los ojos.

Y conste que soy optimista. Creo que la gente lo puede entender perfectamente si las cosas se explican con claridad. Es sencillo: nada puede crecer indefinidamente en un mundo finito. Aunque parece que los economistas todavía no lo han entendido: quieren seguir creciendo un 3,5% cada año. Pero tenemos que plantearnos dejar de seguir creciendo. ¿Y el paro? Preguntará la gente. Debemos crear un sistema económico que no necesite crecer. Hoy tenemos un sistema basado en el crecimiento y que, cuando no puede crecer, como es el caso, se derrumba.

Optimista y positivo

Pese a que considera que necesitamos un buen susto para reaccionar, Marcel Coderch se define como una persona muy optimista y que confía en las personas y su capacidad para entender algo tan sencillo como que nada puede ser infinito en un mundo finito y que o dejamos de consumir los recursos que tenemos hoy en día o mejor nos vamos buscando un pisito en Marte, la Luna o donde sea.

Ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Barcelona, Master y Doctor en Ingeniería Eléctrica y Ciencias Informáticas por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), y Fellow del programa de Ciencia, Tecnología y Sociedad del MIT, Marcel Coderch es autor del libro ‘El espejismo nuclear’ y vicepresidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones.

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